Y es que una cosa es decirlo y otra hacerlo.
Todo empezó el Sábado. Bueno no, hace dos Sábados. Perdonad, no empieza aquí, lo hace mucho tiempo atrás, cuando calló la primera gota de agua, por debajo del fregadero. Y es que ese momento es en el que a cualquiera se le cae el mundo encima. Porque uno ya se ve, a sí mismo, haciendo posturitas para desenroscar el dichoso monomando.
Pero empecemos desde un punto en concreto. Hace dos Sábados.
Mi mujer, muy suya ella, me cogió de la oreja, y arrastras, me llevó al
Leroy Merlyn. En busca del monomando perdido. Así se podría haber llamado esa mañana....
Y llegamos al Leroy, y derechos, a donde los grifos. Menuda jartá de grifos. A ella, le hacían perleta los ojos entre tanto monomando...Claro, viendo caer gotas del fregadero desde hacía más de un año!!! Que no es que cayeran todos los días. Que yo lo apañaba, pero al poco, se jodía el invento y tenía que volverlo a reparar...
La cuestión es, que decide cual quiere...y
¡¡¡ catástrofe, no quedan !!!...que ya podían tener mas surtido los desgraciaos esos, con un almacén tan grande. Así que lo dejamos para la semana siguiente, o sea, este Sábado que acabamos de pasar.
Y volvemos al Leroy, y encontramos el monomando. Lo compramos. Nos lo llevamos a casa. Y por la tarde, decido ponerlo.
Mi mujer, condescendiente conmigo, me deja a solas a mí con el monomando. Para que tengamos tiempo de conocernos, ya sabéis. Y al abrir la caja para conocernos...
¡¡¡ Dios, está desmontado del todo!!!... Casi me desmayo de la impresión. Y es que una cosa es ver el monomando de una pieza, y otra verle las tripas.
Tras recuperarme de la impresión, decido buscar las instrucciones. No están encima, estarán debajo del todo. Así que decido sacar todas las piezas de la caja. Segunda impresión, con pocos minutos de diferencia...
¡¡¡Dios mio, no hay instrucciones!!! ¿Como demonios quieren que monte esto yo solo? Así que decido estudiarlo con calma.
El cuerpo de monomando. El grifo en sí. Un par de tornillos para fijarlo al fregadero. El extensible para estirar el grifo. Un montón de juntas, todas juntas, sin ninguna indicación de donde colocarlas. Dos latiguillos, uno para el agua fría y otro para la caliente...
¡¡¡ Coño, me sobra un latiguillo!!!
Y aquí es donde uno pierde la dignidad. Porque en este momento, es cuando tu mujer llega corriendo por culpa del chillido que has pegado y, sin ningún tipo de amago de duda, dice...
"Este latiguillo va aquí, para el extensible"... Y se marcha, como si lo que acababa de pasar, careciera de importancia. Y tú, hundido, humillado, con la hombría por los suelos, te dedicas a montar el monomando en el fregadero.
Y la cosa podría haber sido peor. Podría no haber sido capaz de montarlo. Podría haber estado dos días para montarlo, que es lo que he estado realmente. Y mi mujer, podría mirarme por el rabillo del ojo mientras piensa...
¡¡¡ Con qué petardo de tío me he casado !!!