Si los políticos atendieran de verdad a lo que ocurre en la calle, al sopor que se instala en las tertulias de barra de bar, al cansancio de los telediarios, los debates y la propaganda de periodistas vendidos al partido de sus amores, seguramente estarían defecando atemorizados en sus respectivos aseos de casa. Tal vez sí lo hagan, lo de darse cuenta digo, y hayan decidido hacer como si no lo ven para, por si una de aquellas, esa marea de cambio que se atisba en el horizonte se diluye en su propio fluido sin dejar que la sangre llegue al rio. Que lo que ocurra en realidad sea no lo ven, que es lo que parece que ocurre, no hace más que demostrar que ese cambio es necesario no sólo para la democracia, sino también para la salud mental del resto de ciudadanos. No harán falta revoluciones ni derrocamientos de poderes ningunos. La propia democracia se sacudirá a estos políticos como se sacude un perro las pulgas de su pelaje. A las próximas elecciones me remito.