Si cualquiera de nosotros tuviese en su mano la espada de Damocles que oscilara amenazante sobre una televisión pública raramente optaría por la misma vía que Fabra. Lo de cerrar RTVV ha sido como lo de esos protagonistas de SAW que deben elegir entre conservar sus manos o seguir con vida serrándoselas con el cuchillo romo que casualmente se han dejado a su alcance. No me imagino siquiera cual será la estrategia del partido de ahora en adelante, entre otras cosas porque como todo el mundo sabe, en esas películas los que se cortan las manos por lo general suelen acabar desangrados.

El futuro es negro, tanto como la imagen que hoy aparece en mi televisor cuando pulso el botón de Canal Nou. Tan negro como el de Fabra. Inmensamente más oscuro que el de esos trabajadores, que en los últimos estertores de vigencia de su nómina, descubrieron por fin su vena periodística y encendieron el ventilador de la porquería sin darse cuenta de que ello, más que ayudarlos a recabar apoyo ciudadano, contribuía a alimentar la pregunta que en todo vecino Valenciano germinaba '¿Ahora?'.

Para un servidor son contradictorias las sensaciones que le producen dicho cierre. En un aspecto puramente político me alegro. No se merecían el dinero que ganaban por mentirosos, manipuladores y falsos. Por otra parte recuerdo que un técnico de sonido poco o nada tiene que ver con lo de falsear verdades periodísticas. Me sonrojo por mi primera reacción hasta que recuerdo que casi todos los que allí trabajaban entraron a dedo.

Siempre es malo que un medio de comunicación cierre. Incluso si éste está dedicado en exclusiva a la propaganda de tal o cual partido. Lo que ya no es tan normal es tener que aceptar las disculpas de quienes sencillamente nunca se preocuparon por el dolor que provocaban al manipular una información. No se los puede reconocer como periodistas porque nunca lo fueron. Llamémoslos pancarteros de traje y corbata. Que circulen por el INEM como tantos otros hicimos mientras ellos tergiversaban, omitían o censuraban lo que por las mismas calles por las que ellos caminaban ocurría cuando sus nóminas no corrían peligro.

Adiós vendidos. Que os aproveche. Y suerte Fabra, porque la vas a necesitar. De valientes están los cementerios llenos. Tu decisión ha sido valiente, pero bien que te va a valer una buena puñalada trapera. Seguro.
Pareciera como si siempre hubiésemos vivido en una mentira. Pareciera como si la verdad nunca hubiere estado destinada a residir en nuestros oídos. Pareciera como si nunca hubiéremos estado informados. La opinión, siendo como fue siempre motor imprescindible para la regeneración democrática para un servidor, ha acabo por convertirse en un motivo más de distanciamiento entre ciudadanos y políticos, periodistas y medios de comunicación en general.

Si para algo han servido las nuevas tecnologías ha sido, sin duda ninguna, para destaparnos los ojos y aprender por las bravas que la imparcialidad no es más que un concepto imposible como lo es el infinito en las matemáticas. Da igual que lado del espectro político habiten los comunicadores de opinión, para ellos su lado siempre será el bueno y todos gritaran a voz en pecho en defensa de la libertad de expresión, las verdades sin cortapisas y la honradez de los comunicantes.

Es, sencillamente, el precio a pagar por vivir en la burbuja de la falsa libertad del periodista.
Es curioso ver cómo la sociedad española se muestra cada vez más apática en torno a los mensajes políticos que les llegan a través de los medios de comunicación, y más aún a través de las redes sociales. Como muestra un botón; tras la polvareda que ha levantado el cierre de la Tv autonómica Valenciana y en plena efervescencia antipepera desatada por la no menos históricamente avalista de las políticas de dicho partido, Canal 9, la concentración que se celebró en mi ciudad sólo consiguió congregar a unas doscientas personas. Siempre con datos de los manifestantes. Ni tan siquiera los partidos que convocaron dicha orgía de las vanidades consiguieron encandilar a sus afiliados. Y ello es, cuanto menos, extraño para quien por aquí escribe.
fotografía de la concentración (Ribera Express)
La cuestión es que esta realidad contrasta con la que se nos intenta recalcar desde los medios de comunicación y las redes sociales, donde los apoyos, los avales y la suma a las intencionalidades de quienes se erigen en catalizadores de la opinión pública, no necesitan más que de un asentimiento de cabeza mientras se escuchan las noticias, o un mísero click en el 'retweet' o el 'I like' para sumarse a una marea ciudadana digital que no implica levantar las posaderas del sofá de nuestras casas.

Pareciera como si la ciudadanía ya no aceptara tan a la ligera sumarse a eslóganes vacíos. A mi modo de ver las cosas, los partidos que hoy se creen portavoces de la gente se van a pegar un tortazo monumental en las próximas elecciones. A no ser claro que cambien su forma de hacer las cosas...
Hoy son periodistas...¿y ayer qué eran entonces?
Había una vez una televisión pública Valenciana que medraba, ninguneaba a la oposición y mimaba y protegía a los miembros del gobierno autonómico que la manejaban desde el mismo día de su creación. Por ella pasaron y mandaron no sólo los que un día decidieron traicionar a sus trabajadores y cerrar sus emisiones, sino también quienes ahora estaban en la oposición y la crearon, años ha, cometiendo los mismos delitos que hoy les atribuyen a los actuales inquilinos del poder.

Tantos años engañando a los Valencianos y resulta que sólo ahora, cuando su nómina peligra de verdad, se dan por sabedores de que han estado intoxicando y mintiendo a los Valencianos. Podrían haberlo denunciado cuando sus nóminas no estaban sentenciadas de muerte. Cuando sus palabras aún eran representativas del periodismo y no ahora, cuando sus exabruptos no son más que la carnalización del odio hacia la mano que está destinada a cortarles el cuello.

El periodista de verdad no obedece órdenes de ningún director de informativos y si lo tiene que hacer dimite. Todo lo demás no es más que un simple trabajo como cualquier otro.
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Soñar contigo



Hay veces en las que las palabras sobran. Incluso cuando éstas deberían llenar un vacío premeditado de semanas en silencio. Semanas de olvido áspero que arraiga en una desgana insatisfecha por volver a volcar nuestro interior en un blog. Aún así, me han gustado tanto la canción como el autor que no he podido resistir la tentación de suspirar una vez más por aquí.