Pocas cosas deberían darnos más miedo en este mundo, que un señor destinado a dirigir a toda una nación que no aceptara consejos de sus próximos. Un señor cuya altiva mirada y encorvada figura muestran a un animal político presto para enfrentarse certeramente a cualquier incidencia surgida de la imprevisibilidad del día a día. Un arquetipo otrora del Felipismo y hoy en día del Zapaterismo. Un señor que dentro de muy poco, tanto como se mantenga al frente de la Vicepresidencia del Gobierno, deberá comenzar a fraguar el "ismo" con el que finiquitar su dilatada y reconocida carrera política en este país.

Si tuviéramos que elegir una palabra para definir a todos los políticos del mundo esa sería ni más ni menos que la de "administradores". En el mundo en que vivimos, ser médico no es esencial para ser Ministro de Sanidad. Ni siquiera se necesita tener un título universitario, haber ejemplos los hay y no muy lejos. Sencillamente lo que se le pide a un ministro es que sepa administrar los dineros públicos y que se rodee de gente inteligente, ducha en el ámbito que va a  desempeñar, que le aconsejen en las decisiones a tomar.

Y es ésta última parte del cometido de cualquier político, la de dejarse aconsejar, la que hoy a dilapidado resueltamente P. (como quiere que le llamen ahora) al contestar con un envenenado "agradezco los consejos, pero que se los ahorren" a todo un ex-Presidente Felipe Gonzalez, correligionario suyo y santón donde los haya en la caverna del PSOE, que respondió ayer con dos monosílabos, que muy bien  podríamos haber certificado todos y cada uno de nosotros, a la pregunta que le inquería sobre cuando debería marcharse del gobierno P. para preparar su candidatura.

Mal va señor P. Y no porque lo tenga más mal que un piojo en una calva a la hora de remontar en las elecciones. Sino porque a usted la altanería, el complejo de superioridad y el síndrome de la Moncloa le han afectado aún incluso antes de legitimamente haber tenido derecho a pasar una noche en ella.

Hasta cierto punto servidor es capaz de aceptar y hasta comprender los dimes y diretes que se refieren a la política en particular. Además puedo asegurarles que también creo que hay que leer detenidamente a quienes sin maldad alguna juzgan la realidad en que vivimos de forma diferente a la nuestra.

La percepción de la realidad siempre fue algo muy personal en lo que impepinablemente debía contar nuestra propia opinión. Es cierto que esas mismas percepciones personales necesitan de estímulos foráneos que las construyan a base de más opiniones e informaciones ajenas a uno mismo. Y también lo es que sin ellas, nuestra propia posición opinativa frente al mundo que nos rodea estaría huérfana de base informativa y por ende errada en la máxima expresión.
Uno sabe desde hace ya muchos años que uno puede tener una opinión sin que la malicia sea una de las fuentes que participaron en su creación. Pero dudo mucho que ante párrafos como el que El Descodificador nos brinda en su blog, uno pueda mantenerse en sus cabales por mucho tiempo...

No es la parienta de Darth Vader, el malo de la Guerra de las Galaxias. Tampoco es la presidenta del club de fans de Drácula. Ni siquiera es la viuda de un verdugo en la comunión de su hijastra. Es María Dolores de Cospedal, nueva presidenta de Castilla La Mancha.¡El futuro ya está aquí. Y viste de riguroso negro escarabajo, el color elegido por la flamante líder popular para su primer acto oficial como presidenta: la procesión del Corpus Christi en Toledo. Las imágenes se pudieron ver en una  televisión autonómica de la que el PP se quejaba amargamente… hasta que ganó las elecciones. Entregada hasta entonces a Barreda, esa cadena forma ahora parte del patrimonio político de Cospedal. ¿Se le puede llamar a esto democracia?
Es cierto, en si mismo el párrafo no es tan deleznable como para merecer un post que lo critique. ¿O si? No es la primera vez en una semana en la que se utiliza la vestimenta de la nueva Presidenta de Castilla la Mancha como óbice para atacarla al tiempo que se mezcla enfermizamente política y religión. Y no será la última. Pero lo que hace que servidor se encolerice no es tanto lo que se escribe en todos esos artículos sino más bien lo que se lee entre líneas en ellos.

¿Que quieren un ejemplo de lo que digo? Pues bien, en ese mismo párrafo hay uno bien claro. Fíjense en la referencia a la televisión autonómica manchega y vean que ésta ha necesitado de un solo día para despedirse de sus bondades democráticas e imparciales y sucumbir a los cantos de sirena que le han llegado desde la maquinaria electoral pepera.

Mientras ésta fue controlada por el Partido Socialista la televisión fue un derroche de imparcialidad y objetividad que no se podían poner en entredicho. A día de hoy, los que la defendían ya se refieren a ella como ujno más de los patrimonios de la Cospedal.

Ahí tienen ustedes la objetividad hecha artículo de opinión. Ahí la realidad de los prejuicios malintencionados.

Durante esta semana me he topado con dos artículos de diferente factura alertando de una supuesta derechización del electorado Español como si eso fuese malo malísimo de la muerte. Evidentemente ustedes ya habrán adivinado que ambos posts son de puño y letra de dos declarados votantes de izquierdas que además tienen como oficio el del periodismo. El mismo que traicionan cuando transforman lo que debería ser simple información en opinión sectaria con un objetivo común; amedrentar al electorado que desea un cambio con un "quevienelobo" maquiavélico, tristón y trasnochado.

Curiosa es también la forma de repartir mamporros, por parte de esta especie de secuaces del izquierdoso poder, que se hace evidente cuando uno recuerda la oleada de derrotas conservadoras hace unos años en toda Europa y que estos siempre jalearon y celebraron con champán. Cava si quieren ustedes ser vergonzosa y políticamente correctos.

Es triste y vergonzante ver como un país como España tiene entre sus instituciones de control a la especie política, a un oficio tan amargamente denostado, maltrecho y delegitimado como lo es el del periodismo. Tan complicado sería reencontrarnos con el periodismo de verdad, ese que responde a las premisas del servicio público, la información sin opinión, la veracidad y el contraste de las fuentes de información, que una tabla rasa no sería suficiente para legitimar de nuevo a un oficio tan necesario e indispensable como lo es éste.

Deberían los periodistas comenzar a preguntarse hasta cuando, con internet y las posibilidades que ello conlleva para la ciudadanía media, podrán mantenerse en esa poltrona que les permite jugar con las percepciones de la realidad que la mayoría de los ciudadanos tienen guiados por ellos. Deberían preguntarse si de verdad van a dejar que la gente acabe auto-convenciéndose de que su oficio, el de periodista, es prescindible por dicha razón.

Y deberían preguntárselo porque podría ser que el #15M, más que una sencilla protesta ciudadana, se hubiese convertido en una piedra de toque que hubiera puesto a prueba la capacidad de movilización que la ciudadana tenía, utilizando a las Redes Sociales como medio de convocatoria y difusión, mientras los medios tradicionales y quienes lo forman, los periodistas, pasaban a un segundo plano, cayendo así ellos mismos en el bando de los banqueros, políticos y mercados y abandonando su posición natural en democracia, la que permanece siempre al lado de la ciudadanía como mero transmisor de lo que ocurre a su alrededor.

La verdad, creo que deberían comenzar a hacerse no sólo estas, sino muchísimas otras preguntas como estas. Y desde luego ya comienzan a hacer tarde a la hora de ponerse a ello.

La semana que viene se casa un amigo nuestro y ayer hicimos la obligatoria despedida de soltero. Nos lo hemos pasado de vicio y, aunque no lo creáis, volvimos a la discoteca para celebrarlo. Ya hacía años que ni iba a una, exactamente desde la última despedida, y ello me ha provocado una melancolía tontorrona que me ha recordado a una de las grandes macro-discotecas y buques insignia de la mítica ruta del bacalao de aquellos años.



Lo curioso es que buscando vídeos de chocolate he acabado por encontrar uno muy especial para mi y todos mis amigos que nos ofrece una sesión de DJ Oscar Deat en Esquema, la discoteca en la que vivimos todos los fines de semana moteros los amigos de la cuadrilla jejeje


Me ha resultado curioso leer la tribuna de Gregorio Peces Barba en El País Digital y encontrarme con una contradicción de bulto que insulta la inteligencia de cualquier lector, pero que su título de Catedrático de filosofía del derecho de la Universidad Carlos III de Madrid añadido al final del mismo, suaviza y dota a la misma de un aire intelectual que choca frontalmente con la realidad palmaria de la mente cerrada que la vio nacer.

Dice Gregorio en un párrafo de su tribuna refiriéndose tanto a los indignados como al significado real de qué debería significar ser demócrata...

Al final, hay verdades democráticas que no se pueden obviar, suprimir o sustituir, especialmente el principio de las mayorías o el respeto a los resultados electorales y a todos los electos, sean del partido que sean. Solo desde esas premisas cabe la legitimidad que no existe en el asambleísmo difuso.
Frase que más tarde, al final, acaba convirtiéndose en un difuso recuerdo romántico de lo que fueron sus palabras para transformarse en el animal sectario, retrógrado y nostálgico de una república de hace casi cien años...
Añoro el Madrid de la República de Azaña, de Largo Caballero, de Besteiro y de Negrín, y el de Tierno, de Barranco, de Leguina y de los demás, de aquellos felices años. Espero que pronto volverán lo que representaban y que el conjuro que nos ha lanzado doña Esperanza se disipe pronto y todos volvamos a nuestro ser real. Rubalcaba puede ser el remedio y tendrá que derribar muchos obstáculos institucionales, ministros inútiles e incompetentes y pedirle al presidente que no se quede hasta el último momento. El Gobierno saliente debe acabar sus días presidido por Alfredo Pérez Rubalcaba. Luego de nuevo a esperar el diagnóstico de las urnas, que sea cual sea siempre acierta...
Estos son los que se dicen intelectuales. Los que gozan del reconocimiento de muchos. Los que la mayoría conocen como sabios. Los mismos sectarios. Los mismos generadores del rencor y el odio trasnochados. Los que no dejan que la sociedad Española pase la página de la guerra civil y mire de una vez por todas al frente, al futuro, al porvenir que le espera con los brazos abiertos.

Intelectuales, ojalá España pudiera vivir sin ellos...

Va a resultar al final que es cierto aquello de que no se escribir para compartir pensamientos. Que cuando decido publicar un post me crece una enorme vena mortífera en la sien derecha que me desdibuja el perfil, ya de por si mejorable, de mi estúpida y repelente fisonomía. Que más que buscar conversación, servidor lo que hace es buscar enfrentamientos amargos con inocentes ciudadanos que cruzaron alguna vez un post con mi mirada. Parecerá que más que buscar el debate, lo que encuentro delicioso es el insulto y el rencor. En fin, que podría caber la posibilidad de que un lector cualquiera cayera por estos lares y viera en mi al mismísimo Satanás intentando pasar por demócrata convencido.

Si todos los que dicen que prefieren guardarse sus opiniones para ellos mismos. Los que creen que es mejor intentar agradar al mundo en lugar de intentar que el mundo les agrade a ellos. Los que se esconden tras caretas de falsas entendederas. Los que ocultan su maldad en temibles fantasías de bondades de usar y tirar.  En fin, si todos los que se las dan de buenos y comprensivos nos revelaran sus verdaderos sentimientos y deseos. Si todos hablaran con la franqueza que yo lo hago...

Entonces, sólo entonces, yo dejaría de ser un asqueroso niñato indocumentado que limita su vida a repartir odios y ostias a manos llenas, para pasar a convertirme en un tipo más de los millones que pueblan esta chabola llamada Tierra.

Hay dos cosas que se suelen hacer mal, muy a menudo, cuando se es periodista y opinador  al mismo tiempo:
  • La primera es condicionar su trabajo a las variables de sus afinidades políticas. De eso estamos más que acostumbrados últimamente tanto en la tele como en la radio. 
  • La segunda y quizá la más perversa, utilizar su posición dominante para simplificar conceptos con los que arrimar a su ascua ciertos comportamientos de la cidadanía y sus políticos.
Tristemente Rosa María comete los dos en este pésimo post de su blog. Ahora que me cuenten qué tendrá que ver que los Españoles se sientan más de derechas que de izquierdas según el CIS con que la Presidenta de Castilla la Mancha vaya a una procesión.

Espero respuestas...

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Naturaleza en estado puro


El caso es que me estoy leyendo ahora mismo la sexta entrega de la saga "Los Hijos de la Tierra" y no me he podido resistir a poneros este vídeo que tan bien retrata lo alejados que estamos de la naturaleza que nos rodea y que una vez nos vio nacer. Curioso que todas las exclamaciones se las lleve un simple gato cazando...¿no es cierto?
Hace ya mucho tiempo que servidor de ustedes aceptó aquello de que en España, y en el mundo democratizado en general, no existen ya ni las izquierdas ni las derechas. Muchos, cuando escuchan esta frase, se hinchan como palomos y despotrican contra el que la enarbola como bandera de su propia concepción del mundo político que lo rodea. Otros, los menos, asienten mientras comprueban cómo los ciudadanos reaccionan ante las decisiones de sus políticos y toman partido por unos o por otros en base a simples sentimientos heredados, convicciones anquilosadas en el pasado, o nebulosas ideas románticas convertidas en fundamentos sagrados de una ideología que ya no existe.

En cambio, lo que sí podríamos asegurar que existe sin temor alguno a equivocarnos, son dos tipos (tres en el caso Español) de ciudadanos que configuran sus querencias políticas en función de sus afinidades personales:

  • El que cuando tiene un problema culpa al estado. 
  • El que cuando tiene ese mismo problema trabaja para solucionarlo por sus propios medios. 
  • Y el tercero en discordia y que convive con los dos y con más poder que ellos, que es el que cuando se enfrenta a un problema, culpa irremisiblemente a la idea de España en sí misma (Olvidaremos al tercero en discordia puesto que nada tiene que ver éste con el fin del propio post).
Siempre se ha dicho que simplificar es el camino más rápido hacia el error, la falta de respeto o la pérdida de razón que existe en el mundo. Pero qué quieren que les diga, también multitud de operaciones matemáticas necesitan de una serie de simplificaciones, a fin de que puedan ser resueltas, y nadie dice en ese caso que éstas sean erróneas, falsas o diabólicas.

En fin, a lo que íbamos, el caso es que observando las reacciones de los dos grupos, sí que podríamos aventurarnos a adivinar cual es la afinidad política del sujeto en cuestión. Por ejemplo, alguien que vive en la seguridad, errónea o no, de que los banqueros son unos seres diabólicos sin corazón, estaría más cerca de las ideas llamadas de izquierdas que otro que simplemente viera a ese banquero como alguien que eligió una forma diferente a la de él mismo de ganarse la vida.

Podríamos adivinar, casi sin temor alguno a un porcentaje alto de errores, la tendencia política de la mayoría de los Españoles tan solo con una encuesta que hiciese preguntas sencillas con respuestas sencillas y que pretendieran arreglar el mundo con ideas y deberes que se deberían incluir en el sino de la propia sociedad.

Quienes vieran culpables por todos lados y no repararan ni una sola vez en los errores propios que propiciaron la crisis estarían en un bando. Quienes se preguntaran hasta qué punto fueron ellos tan culpables como los banqueros el día que fueron a firmar sus hipotecas estarían en el otro.

Y es ahí donde están las ideologías que realmente existen en España. La que cree que siempre la culpa ha de ser de los ricos. Y la que por el contrario piensa que tal vez algo de malo hayan hecho también los pobres para vivir con hipotecas de 1200€ mensuales. Así que no, no hay derechas ni izquierdas, sino buscadores de culpables y simples ciudadanos conocedores de su parte de culpa en esta crisis.

Lo demás son solo juegos trileros para mantener ocupada a la plebe en tonterías que perpetúan en el poder siempre a los mismos.

A menudo me confundo con lo que quieren decir pero no dicen, o sueltan por esa boquita de pez pero no creen del todo. A veces, me indigno por las ocurrencias de aquellos que son capaces de defender una cosa y la contraria, siempre y cuando éstas no entren en conflicto con sus propios intereses. Me pierdo entre las nebulosas palabras de quienes afirman que los medios intoxican cuando critican lo que dicen o hacen, o informan, cuando de donarles la sopa boba hacen su línea editorial.

Los que hoy ponen el grito en el cielo frente a los medios que critican a los indignados son los mismos que también hoy critican decisiones de partidos políticos tomadas en movimiento asambleario, como el suyo, que han dado como resultado un vuelco electoral en una CCAA concreta. Curioso que para una vez que un partido hace lo que sus bases le piden, salgan los de siempre para decir que eso es una traición a su ideología.

Pero en lo que más me pierdo, donde más me cuesta encontrarme con todos ellos, es justo en el punto en el que debemos definir qué es ser demócrata y qué un simple revolucionario.

Curioso que quienes dicen representar al pueblo y el renacimiento de la democracia opten, de forma casi instintiva, por anular el pensamiento contrario con vítores de "no nos representan". Lo he dicho muchas veces estas semanas y lo volveré a decir de nuevo; la sociedad española otorgó su confianza a los políticos el pasado 22M. Veintitantos millones de votantes frente a unos pocos miles de indignados acampados en plazas y ayuntamientos.

Ser demócrata es aceptar los resultados electorales. Cumplir las leyes. Votar cuando se nos da la oportunidad para cambiar lo que creamos que se debe cambiar. Pero sobre todo, legitimar las veces que haga falta un sistema que ineludiblemente cada poco tiempo nos pide nuestra opinión en forma de voto.

Lo otro. Lo suyo. Eso son solo ganas de tocar los huevos a unos veinticinco millones de votantes.

Escribe Manuel Rico hoy en su blog a cuenta de la decisión de IU de dejar gobernar al PP en Extremadura...
...hay que destacar que la decisión de IU de facilitar el gobierno del PP no cuenta sólo con el respaldo de los dirigentes, sino también de las bases de la federación en Extremadura, que han podido pronunciarse a través de una consulta en un claro ejercicio de democracia participativa. Desde un punto de vista democrático, por tanto, el acuerdo de IU es impecable. Pero ello no evita que sea un inmenso error, que terminará pasando una importante factura a la federación...
Quisiera detenerme en una cuestión de fondo que no es más que una arista incómoda en la base del pensamiento único establecido que reza que todo lo que democráticamente aparece ante las narices de la ciudadanía debe ser reconocido por ésta como bueno y cargado de razón. El propio Manuel lo hace, aún sin darse cuenta, al declarar que aunque democrática, la decisión a ojos de un votante de izquierdas no deja de ser errónea.

Quienes así piensan, quienes se llenan la boca al decir que la mayoría es de izquierdas y no de derechas. Los que sostienen a sangre y fuego que un partido político tiene el deber ineludible de convertirse en satélite de otro, cuando se supone que ambos comparten una raíz ideológica común, olvidan que en España no se votan ideologías sino partidos políticos. Por tanto las mayorías ideológicas no tienen porqué convertirse en mayorías parlamentarias y por consiguiente son los votos a los partidos quienes deciden quién está legitimado para formar gobiernos democráticos.

Quienes hoy se rasgan las vestiduras reprochando al IU una decisión que no comparten, olvidan su faceta democrática en beneficio de un sectarismo demagogo cargado de bilis, rencor e ignorancia democrática. Tan democrático es apoyar al PP como abstenerse. La única diferencia entre las dos decisiones es la que obliga, a quienes la critican, a bajarse de la poltrona en la que estaban instalados desde la televisión en blanco y negro.

Hasta ahí llega el cinismo democrático en este país.

En estos momentos de tormenta revolucionaria y con el constante pitido que mi twitter emite al enfocar su traviesa antena hacia un hastag como el de #19jmani, tan de moda como lo pueda ser el trendin topic mundial de un día cualquiera, la imagen que éste me ofrece de la revolución que se está gestando por las calles del país no pasa más que por la sorpresiva semejanza de ésta con una reunión cualquiera de marujas despechadas, que amparándose en la coincidencia de opiniones de sus compañeras, despotrican, gritan, e insuflan ánimos revolucionarios con los que contagiarse mutuamente la euforia que se supondría que deberíamos estar sintiendo el resto de los mortales.

En unas fechas en las que dos mil personas se arrogan la representación de treinta y tres millones de conciudadanos sin que nadie les lleve la contraria, o al menos les enseñe la diferencia matemática entre las dos cifras mentadas. En unas semanas en las que ir contracorriente en lo referente a las manifestaciones es tomado por algunos como una muestra clara de cavernismo político y social. En un día en que la diferencia entre manifestarse por la vida exige, al menos para los que hoy ocupan la calle, más presencia ciudadana de la que es necesaria para que ellos se sientan respaldados en sus exigencias. En días como hoy, digo, uno se siente alejado y a años luz de distancia de quienes ahora están al otro lado de la pantalla.

Es curioso que no baste que una democracia haya sido respaldada por una mayoría aplastante de ciudadanos. Nunca una frase hecha tuvo una traslación a la vida real tan directa y homogénea como aquella de; "una imagen vale más que mil palabras". Cincuenta mil almas manifestándose por Madrid hoy son más representativas que veintiséis millones de votos en urnas de cristal en unas elecciones municipales.

Y encima los primeros gritan que los políticos no les representan. Pues que me expliquen quienes si no representan a dos tercios de la población de este país de pandereta.

El mayor lastre que tenemos para que la economía remonte y la ciudadanía pueda tomarse un respiro tras casi cuatro años de travesía por el desierto laboral, económico y político, no está en las constantes alertas sobre las posibles decisiones que un grupo electoral pueda decidir tomar una vez lleguen estos al poder, sino en la propia inacción de estos profetas apocalípticos que, mientras ostentan el poder y las posibilidades de gobernar en medio del caos y la desesperación ciudadanas, mantienen a la inacción y la compra-venta de apoyos parlamentarios como la mayor de sus bazas para perpetuarse en el poder.

Si el Partido Socialista Obrero Español gastara la undécima parte de sus esfuerzos en sacarnos de la crisis y efectuar las dolorosas reformas que ya todos los ciudadanos damos por hecho que se ejecutarán...

Si las comparecencias políticas del partido en el poder, se convirtieran de verdad en acciones de gobierno encaminadas a gobernar a la ciudadanía, en lugar de transmutarse en un concurso de eslóganes pre-electorales encaminados a meter el miedo en el cuerpo a quienes, viviendo aún en la sociedad del SXX desoyen la actualidad informativa en tiempo real que ofrece la Red de Redes y las posibilidades para contrastar opiniones y en definitiva a informarse de verdad...

Si el partido de gobierno en el poder se decidiera de una puta vez a dar un golpe en la mesa de la negociación colectiva con la mano izquierda y una colleja y estirón de orejas con la derecha a quienes allí se sientan cada vez más alejados de la realidad...

Si hiciera respetar las leyes y cargara con la legítimo y democrático uso de la fuerza para dispersar a tanto chabolista metido a revolucionario...

Si todo ello pasara, os aseguro que la crisis duraba dos telediarios. Pero todo esto no es compatible con el mantenimiento del poder. Todo esto no les dará una victoria en el mes de Marzo. Y por ello prefieren malvivir a golpe de frases ingeniosas, escondiéndose tras los medios afines que actúan para ellos de escudos informativos y sobrevivir de mala manera a costa de meter el miedo en el cuerpo de una ciudadanía hastiada de chorradas electoralistas que convierten en simple papel mojado la papeleta que hace menos de un mes depositaron  en una urna de crista democrática.

Si el gobierno gobernada en lugar de perpetuarse en una odiosa carrera electoral...

Las cosas habrían sido mucho mejor. Entre otras cosas, porque si su espíritu se hubiese quedado en esto que transmite la canción, hubiese sido muy sencillo compartir deseos y esperanzas. Pero lo malo del #15M es que derivó hacia un odio irracional hacia quienes nos representan democráticamente y eso aleja de la mayoría de ciudadanos a un movimiento con el que todos simpatizamos al principio.

Si nos dejaran unirnos a ellos con canciones y poesías. Si prescindieran de barricadas y acampadas indiscriminadas. Si lo hicieran y se olvidaran de criminalizaciones y odios irracionales. Si lo hicieran así y nos permitieran a todos acercarnos a ellos, otro gallo cantaría en este país de pandereta...

El primer error comenzó a fraguarse desde el mismo día que se decidió, en asamblea horizontal, desafiar a las leyes democráticas incumpliendo flagrantemente con la jornada de reflexión. Un movimiento que se autodefinía como regenerador de la democracia no es compatible con una acción que deriva en un choque frontal contra uno de los pilares de la misma.

El siguiente error fue autodefinirse como representantes de un pueblo a quien no consultaron y que demostró unos días después, tras el escrutinio de los votos, que aquellos que permanecían acampados no los repesentaban y que en todo caso, la ciudadanía en general, aceptaba a los políticos como sus legítimos representantes. Evidentemente desde el movimiento no los escucharon.

El siguiente fue el de avivar y reforzar lemas tales como el de "no nos representan", que implicaban en sí mismo una desafección con la clase política que iba invariablemente más allá del simple cabreo ciudadano, y que se acabó convirtiendo en una abrumadora y pestilente moda de deslegitimación representativa que contradecía la voluntad de unos veintidós millones de ciudadanos, que sin embargo no tenían ni voz ni voto en dicho movimiento al no estar allí ni ser escuchados por ellos, por no ser de su agrado lo que dijeron en las urnas.

Otro ha sido el de convertirse en guerrilleros urbanos en franca cruzada contra los políticos, capaces de transformarse en chulescos acosadores perroflauticos decididos a quebrantar del todo sus débiles lazos con el resto de sus conciudadanos, al retratarse a sí mismos como los antisistema que siempre, invariablemente, acabarán siendo los que deciden cambiar el modelo desde fuera, la periferia de la democracia, en lugar de hacerlo desde dentro, desde sus propias instituciones.

Y el último ha sido el de no comprender que a veces hablar de generalidades es sencillo, pero concretar las mismas en fórmulas que tengan posibilidad de convertirse en realidades asumibles por la democracia no lo es tanto. Más cuando en asamblea se cuenta sólo con gente cuya capacidad de reflexión es tan simple, que ve como una posible solución a la crisis encarcelar a los banqueros.

Escribía ayer Angel en su blog algo a cerca del "no nos representan" y nos daba algunas razones por las cuales los políticos no lo representaban a él. Las mías son estas que os he dejado aquí, pero en mi caso es al contrario; son las que hacen que los de #15M no me representen a mi. Así de sencillo y simple.

Como siempre me dijeron los que sabían más que yo, a veces las formas hacen que pierdas la razón. Yo además añado una coletilla; si encima el voto en España crece, quien queda deslegitimado para apoderarse de la voz del pueblo son los del movimiento #15M.

Porque creanme, los indignados comienzan a indignarnos a quienes simplemente creemos, que sólo desde dentro de las instituciones, se puede cambiar la democracia que históricamente tanto se nos resistió.

Así que señores acampados, no hablen en mi nombre. No tiren botellas a la policía en mi nombre. No acampen en mi nombre. Háganlo en el suyo solamente y pagen todo lo que desinteresadamente destrocen en sus manifestaciones, que yo ya pago suficientes impuestos sin que tenga necesidad de que los vea incrementados por culpa de su incivismo y moral distraída.

Hoy el post tiene como titular una fecha. Para la mayoría de ustedes esa fecha carecerá de sentido alguno. Y en cierto modo he de confesar que también para mi. Por aquellos días servidor de ustedes andaba ocupado despotricando sobre unas declaraciones de una tertuliana en algún que otro programa de televisión. Sí, aquellas eran las inquietudes que me ocupaban en aquellas fechas. Como pueden ver en la redacción de los artículos posteriores y más recientes, esa predisposición a interesarme por las banalidades de la vida no ha hecho más que acrecentarse. En fin, solo soy un simple camionero que pretende hacerse escuchar al tiempo que escucha y poco o nada más se puede hacer desde esta simple y limitada mente enferma de opinión.

Pero el caso es que aquel día ocurrió algo que a todos nos debería poner la piel de gallina y replantearnos hasta qué punto la imagen que ofrecemos en la blogosfera es la que nos gustaría que perdurara en el tiempo. Es ésta una cosa en la que nunca pensamos y que curiosamente tendría una importancia inusitada en caso de que de golpe y porrazo ya nunca pudiésemos volver a actualizar el blog. Imagínenlo por un momento. Fantaseen con la posibilidad de que el último post del blog que hay ahora publicado fuese el que pusiese punto y final a su actividad cibernauta. A toda actividad en el más amplio sentido de la palabra.

Puede que para personas como nosotros, opinadoras irreflexivas capaces de exhalar bilis por los dedos al tiempo que aporreamos los teclados, la importancia de tener un lugar en el que quedara patente nuestra personalidad para que nadie se llevara a engaño cuando se paseara por nuestra bitácora, comenzara a tener más importancia de la que le habíamos dado. Un post al menos en el que nosotros, sin siquiera plantearnos una despedida formal, dejáramos patente nuestra forma de ser y pensar. En cierto modo hasta podríamos desear tener la suerte de que alguien próximo dejara unas palabras en nombre nuestro recordándonos y anunciando nuestra partida. Alguien que se despidiera de todos nuestros lectores en caso de que ya nunca nosotros pudiéramos hacerlo.

En fecha de 18 de Febrero de 2011 falleció Rosa, la autora del blog "El escaparate de Rosa". A ella nunca le debieron preocupar estas reflexiones. No en vano tenía un blog mediante el que ayudaba a desconocidos y ello hacía de ella una persona respetada, querida y admirada. Muchos blogs hacen lo propio y pueden tener por seguro que la imagen que ofrecen es la misma que la que sin pretenderlo Rosa ofreció al cibermundo. Pero reflexiones como ésta le hacen a uno pensar en qué necesidad tiene uno de presentarse ante el mundo entero para desnudar su mente cuando lo que hay alrededor es solo tergiversación, manipulación y mentiras a manos llenas.

En este blog hay un fiel reflejo de mi personalidad. Con mis contradicciones, rectificaciones y aseveraciones, he construido un lugar en el que cualquiera podrá bucear en la mente de este pobre diablo para conocerlo mejor de lo que nunca pudieron conocer a nadie. He sido franco, veraz en la medida en que mis propias verdades fuesen ciertas y humilde tanto en cuanto vi que algo esputado por mi necesitaba de una rectificación. Creo que aunque dejara hoy mismo de escribir en este blog, cualquiera, incluido tú que has llegado hasta aquí podrías decir sin miedo a equivocarte que llegaste a conocerme, si bien no en persona, si de espíritu.

A Rosa, a esa Rosa que todos recordamos asomada sonriente a su balcón esperando dudas y sugerencias, la podemos recordar peleándose con el HTML y sus códigos para facilitarle la tarea a desconocidos.

Pero tiene una pega. Nadie escribió en su blog una despedida digna. Ni siquiera una simple despedida. La soledad del bloguer que no comparte su afición con sus familiares, a veces es tan cruel que éstos, sumidos en el dolor, no son capaces ni siquiera de saber que tuvo una vez un hobbie por el que fue conocido en ese nebuloso mundo llamado blogosfera. No caen en la cuenta de que allí, en esa "nube" que últimamente aparece tantas veces seguidas en los medios tradicionales, el familiar que se fue también dejó alguna clase de "amigos" que lo echarán de menos. Tal vez más que amigos hubiese que llamarlos conocidos, pero queridos y respetados al fin y al cabo.

Puede que fuese necesario pensar seriamente qué pondríamos en un apartado del blog titulado "A cerca del Autor". Porque piénsenlo con calma y sin necesidad de ser agoreros, ¿Cómo les gustaría que les recordaran sus lectores en caso de que nunca volvieran a aparecer por aquí?

Y lo siento, pero tan solo fue una reflexión, una simple reflexión, que se me ocurrió al revisar los blogs de mi lector de feeds...

Porque la mejor manera de concienciar a la gente de que hay que reciclar no es acusándolos de que son los culpables del calentamiento global, sino más bien incitándoles a hacerlo con una sonrisa en la boca.


Cuanto bien le haría al ecologismo, el que sus dirigentes aprendieran esta magnífica lección que les ha dado Ecovidrio, la empresa que se dedica al reciclaje del vidrio en toda España.
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Bipartidismo

Sin miedo a equivocarme, creo que el bipartidismo es el futuro natural que se nos tiene preparado a medio plazo en este país. La división de la izquierda, que no de la derecha, hace que aún teniendo más apoyo social ésta acabe ocupando los banquillos de la oposición. Tiene la izquierda una lección muy importante que aprender que ya memorizó la derecha hace unos años; la unión centra el partido y le confiere una unidad que es siempre necesaria y deseable.

La separación entre IU y PSOE beneficia, como se ha podido ver esta semana en la instauración de las alcaldías Españolas, a una derecha unida y apiñada en torno a unas siglas que los representan a todos. Otro ejemplo de unidad de intereses podría ser Compromis, coalición política Valenciana que este año a aparecido con fuerza y que suma en el mismo carro a partidos como Bloc e Iniciativa. Su unión ha traído consigo una mayor representaitvidad en las Alcaldías y ha permitido que las leyes electorales de este país; la de d'Hondt y las circunscripciones, hayan otorgado más concejales a ellos juntos que si hubiesen ido por separado. Unidos en coaliciones, los partidos pequeños consiguen la representación que las leyes electorales les deniegan por separado.

Tal vez la izquierda debería ir pensando en promover un proceso de unión como el que realizó la derecha en los años ochenta, aparcando rencillas y tonterías propias de una ideología obsoleta en un mundo globalizado como en el que vivimos, para poder combatir en igualdad de condiciones a un adversario unido, con votos fieles y perseverantes, que sin representar a todos sus electores sabe feacientemente que difícilmente podrá perder.

Tal vez para IU y PSOE no baste una simple coalición como Compromís. Tal vez deba fijar su mirada en lo que son las antípodas de su ideología, el PP. Tal vez sea hora de que la izquierda acabe con esa pesadilla en que se ha convertido su putrefacta y recalcitrante división histórica. Tal vez el bipartidismo acabe siendo la solución.

No me malinterpreten lo que les voy a contar, pero tras un rifi rafe con algún que otro usuario de Twitter acampado o simpatizante de los mismos a cuenta del post anterior, he llegado al firme convencimiento de que no, la culpa no es de los políticos, sino más bien de todos aquellos que cuando hay que ir a votar prefieren desviar su ruta democrática hacia un bar de pueblo en el que tomarse unas cervezas.

De esos, así a vuela pluma y sin haberme detenido a contarlos uno por uno, hay unos once millones de conciudadanos nuestros. Son los que en definitiva impiden a este país escapar del abrazo de oso que significa el voto cautivo de la tradición familiar, el miedo y el odio heredado de una guerra que se remonta setenta años o más en la memoria.

La culpa de tanto limitado metido a campista de ciudad no la tienen los políticos, sino todos aquellos que creen que es mejor esperar a que todo se lo den masticado. Aquellos que creen que desde su voto en blanco, nulo o simple abstención, son poseedores de un estatus moral que los hace más inteligentes, más libres, o más demócratas, pero ignoran a sabiendas las reglas del juego democrático y pretenden cambiarlo a placer para que beneficie sus propias pretensiones.

Es triste ver cómo ciudadanos tan cualificados como los que hoy llenan las redes sociales de proclamas, no han sido capaces de pensar por sí mismos para llegar a una conclusión evidente; las revoluciones en Democracia se gestan en las urnas, nunca en las plazas mayores. Y no me vengan con esas chorradas de que si la voz del pueblo esto o lo otro. Esa voz habló el pasado mes de Mayo en forma de 21.997.832 votos. Todos ellos democráticos. Todos ellos legales. Todos ellos fiel reflejo de la idiosincrasia de este puto país.

Hasta los más o menos treinta y tres millones de votantes que tiene derecho al voto, hay unos once millones que decidieron que eso de la democracia no va con ellos. Pues bien, son éstos y no los políticos o los que fueron diligentemente a las urnas, quienes tienen la culpa de que tengamos unos partidos políticos como los que tenemos y una ciudadanía enconada en el irracional odio como la que tenemos.

Ni más ni menos.

Pd:

Y por cierto, para aquellos que siempre tienen como respuesta que es que ellos no votaron esta forma de representación, me acuerdo en estos momentos de aquella republicana que decía que quería un referendum para saber cuantos españoles deseaban mantener la monarquía porque ella no lo había votado, decirles que es cierto, tampoco yo voté las autonomías, ni las CCAA históricas, ni siquiera la posibilidad de que los partidos locales se pudieran presentar en las generales (CIU, PNV etc. etc. etc.).

Sí, hay muchas cosas que no hemos votado pero que conforman el ámbito legal en que nos movemos, entendemos y convivimos. No creo que sea bueno replantearse toda la composición del estado cada vez que una nueva generación de conciudadanos llegan a la edad del voto. ¿O sí?

Me asusta ver cómo centenares de personas que yo suponía intelectualmente superiores a mi mismo han caído en la tentación de sucumbir a la ira de unas concentraciones antidemocráticas que ya hartan a la mayoría de las personas decentes de este país.

Los indignados parece que se han dejado la asignatura de "aprendiendo a vivir en democracia" para las reválidas de Septiembre. Han caído en el error de creer que dos mil personas concentradas en una plaza pueden arrogarse la representatividad de treinta y tres millones de potenciales votantes de pleno derecho. Han olvidado que la historia ha demostrado hasta la saciedad que los cambios que se producen desde fuera del sistema han acabado siempre en dictaduras o fraticidas guerras civiles.

Es cierto, los manifestantes de estos días no son los mismos que los de los precedentes a las pasadas elecciones. No hay interes real por proponer cambios y sí un especial empecinamiento en atribuirse para si la voz de un pueblo que, en todo caso, ya habló el pasado mes y que dijo bien claro cual era su postura para con ellos; cambios sí, pero desde dentro de las propias instituciones y no desde megáfonos perrofláuticos exacerbados por oleadas de ovaciones vacías de contenido.

Pedir un cambio no es acampar como en el tercer mundo. Tampoco quejarse cuando la policía, con todo el derecho que le da la constitución, les apalea para que disuelvan concentraciones que para nada son legales. El cambio comienza por uno mismo y éste se escenifica en una sola virtud; crecer y dejar de ser tan ingenuo como para creer que a voces se puede cambiar un puto país.

No señores. El #15M no era esto que están haciendo ahora en Valencia. El #15M era un toque de atención a los políticos que ustedes mismos han echado a perder con la tontería de sus manifestaciones chorras pasado el #22M. Han perdido muchos apoyos, entre ellos el mío. Y parece que no sólo eso han dejado tirado en la cuneta desde que se celebraron las elecciones, también han perdido sus propias entendederas y la razón que les asistía, por muy difusa que ésta fuera.