Durante esta semana me he topado con dos artículos de diferente factura alertando de una supuesta derechización del electorado Español como si eso fuese malo malísimo de la muerte. Evidentemente ustedes ya habrán adivinado que ambos posts son de puño y letra de dos declarados votantes de izquierdas que además tienen como oficio el del periodismo. El mismo que traicionan cuando transforman lo que debería ser simple información en opinión sectaria con un objetivo común; amedrentar al electorado que desea un cambio con un "quevienelobo" maquiavélico, tristón y trasnochado.

Curiosa es también la forma de repartir mamporros, por parte de esta especie de secuaces del izquierdoso poder, que se hace evidente cuando uno recuerda la oleada de derrotas conservadoras hace unos años en toda Europa y que estos siempre jalearon y celebraron con champán. Cava si quieren ustedes ser vergonzosa y políticamente correctos.

Es triste y vergonzante ver como un país como España tiene entre sus instituciones de control a la especie política, a un oficio tan amargamente denostado, maltrecho y delegitimado como lo es el del periodismo. Tan complicado sería reencontrarnos con el periodismo de verdad, ese que responde a las premisas del servicio público, la información sin opinión, la veracidad y el contraste de las fuentes de información, que una tabla rasa no sería suficiente para legitimar de nuevo a un oficio tan necesario e indispensable como lo es éste.

Deberían los periodistas comenzar a preguntarse hasta cuando, con internet y las posibilidades que ello conlleva para la ciudadanía media, podrán mantenerse en esa poltrona que les permite jugar con las percepciones de la realidad que la mayoría de los ciudadanos tienen guiados por ellos. Deberían preguntarse si de verdad van a dejar que la gente acabe auto-convenciéndose de que su oficio, el de periodista, es prescindible por dicha razón.

Y deberían preguntárselo porque podría ser que el #15M, más que una sencilla protesta ciudadana, se hubiese convertido en una piedra de toque que hubiera puesto a prueba la capacidad de movilización que la ciudadana tenía, utilizando a las Redes Sociales como medio de convocatoria y difusión, mientras los medios tradicionales y quienes lo forman, los periodistas, pasaban a un segundo plano, cayendo así ellos mismos en el bando de los banqueros, políticos y mercados y abandonando su posición natural en democracia, la que permanece siempre al lado de la ciudadanía como mero transmisor de lo que ocurre a su alrededor.

La verdad, creo que deberían comenzar a hacerse no sólo estas, sino muchísimas otras preguntas como estas. Y desde luego ya comienzan a hacer tarde a la hora de ponerse a ello.

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