He descubierto que pocas cosas son más complicadas que plasmar negro sobre blanco lo que uno cree. Lo he descubierto leyéndome a mi mismo. Dándome ese miedo terrorífico que antes me infligían opinadores y periodistas contrastados, que como yo sin saberlo, vomitaban consignas sectarias para las orejas agradecidas que abrazan sus dictados sin la menor intención de someterlos a juicio alguno. El post anterior de este mismo blog es un claro ejemplo de ello.

Haciendo un repaso por los posts y artículos que últimamente más me han gustado, he descubierto también que suelo rehuir precisamente aquellos que se asemejan a los que he acabado escribiendo. Ya saben, artículos que dejan a un lado el argumento y centran el tronco de los mismos en la aseveración sin paliativos simples consignas unas veces acertadas, otras fallidas y hasta demagógicas.

Me han gustado sobre todo aquellos que han prescindido de la víscera para dar forma a sus textos. Aquellos que ni por asomo se podrían resumir son la simple amputación del artículo entero mientras se salvaba la primera frase. Esa frase demoledora que no admite el no por respuesta y que ni por asomo acepta la duda. Me han gustado aquellos artículos que han desarrollado una idea dotándola de fondo, de argumentos y que no han pretendido que sobre ellos se edificara un estado de opinión.

Opinar es sencillo. Uno suelta para esa boquita lo que le parece oportuno y es tarea de los demás atenderlo o no según sus gustos, ideas o principios. Otra cosa diferente es que esa opinión acabe superando el linde del analfabetismo y pase a convertirse en parte contratante de lo que otrora se dio en llamar debate ciudadano.

Lo del debate ciudadano me lleva a reflexionar sobre aquello de la conversación dospuntocerista. ¿Recuerdan aquello de que los blogs eran conversación? ¡Quién nos ha visto y quien nos ve! Ahora la conversación ya no está por estos lares. Los blogs han cambiado los comentarios por “retuits”, “mas unos” y “me gustas”. Hemos sustituido la sutileza de la exposición de una idea, por un vomitorio taquicárdico azul celeste que convierte nuestros posts en algo ínfimo que se mantiene a la vista tan sólo el tiempo que necesite el “time line” de cualquiera en hacerlo bajar por la pantalla hasta su desaparición. Yo el primero, lo reconozco.

Y en estas ha llegado google y nos anuncia que elimina la herramienta maestra de cualquier bloguer; Google Reader. Si algo hay que podía salvar la conversación en los blogs era precisamente eso, la mantención del lector de feeds por antonomasia. La certeza de que los posts de los lugares que tú elegías como guía para tu lectura diaria estaban a salvo en tu Reader era tranquilizadora. Cierto, hay más lectores de feeds, pero es que lo de google puede convertirse en poco tiempo en el tsunami que liquide definitivamente una forma ancestral de seguir las actualizaciones de nuestros lugares preferidos. Y ahí lo dejo.

Por cierto, no deja de resultar curioso el advertir que tras toda una vida huyendo de depender principalmente de una empresa como Microsoft, hayamos acabado dependiendo de otra como Google. Ya saben, mi correo, mi blog, mi Drive y hasta mi Android de Samsung dependen de una misma empresa como anteriormente lo hicieron mi Live Space, mi Hotmail, mi SkyDrive, el Windows o el propio WLW desde el que les escribo.

Y esto último nos brinda una lección que haremos bien en guardar a buen recaudo;

No es suficiente con huir de algo que no nos gusta, además hay que aprender a mirar hacia delante para identificar los síntomas que nos revelen que volvemos a caer en el mismo error del que huimos en un principio.

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