A su juicio, dejó un tiempo prudente entre su post de despedida y el de vuelta. No pretendía que quienes lo leyeron antaño aceptaran sin miramientos la nueva idea de blog, que hacía unos meses había germinado en aquella inestable mente cansada. La propia idea lo aterraba a él mismo. Sin embargo decidió que ya era hora de recomenzar de nuevo, de hacerlo con un poco más de intimidad, más personal, más ameno. La idea de contar historias, propias o extrañas sin distinción, le agradó. Dejar a criterio de los lectores el convencimiento de que lo escrito era real o inventado. Aprender a jugar en ese juego en el que no es tan importante la realidad como la sensación que dejan las palabras escritas. Mezclar y eliminar para siempre los muros de las limitaciones a la creación. Así que así recomenzó su blog:
La historia que será 1
Seguramente habría sido aquel hombre misterioso, aparecido por detrás de la barra del bar, el que a escondidas le había proporcionado aquella droga que ahora lo adormilaba mientras conducía. Las farolas, las líneas que delimitaban la carretera, incluso las señales de tráfico que sucesivamente se acercaban a él a velocidad de vértigo y pasaban de largo rozando su mirada a derecha e izquierda, iban convirtiéndose poco a poco en meras insinuaciones de lo que un día llegaron a ser en realidad, advertencias de peligro.
Tal vez nunca debería haber acudido a aquel lugar de la mano de la preciosidad que, de improvisto, lo había abordado en medio de la calle con aquella mirada lujuriosa que poco más que le había quitado el hipo que desde el día de su nacimiento lo acompañaba a todas partes. A decir verdad, en ese momento no se había dado cuenta, pero ahora, rememorando la noche, no dejaba de sorprenderle el hecho de que no, no recordaba el cansino sonido que durante tantos años lo había acompañado.
Sería, como decía su madre cuando era una criatura, que toda aquella demencial dolencia respiratoria no habitaba para nada en su cuerpo, sino más bien en una desolada, afligida y desconsolada mente enajenada, carente de raciocinio y falta, como no podía ser de otra manera, de cualquier atisbo de razón que convirtiera al ser que la habitaba en algo más que un andrajo zarrapastroso cuyo único fin en este mundo había sido nacer para convertir la vida de su difunta y santa madre en un infierno en vida que no acabaría, cómo no, hasta que él mismo, con un hacha, valor y rabias incontenidas, acabara con un certero golpe seccionando en dos la cabeza de quien, durante décadas, no había hecho más que culpabilizarlo por las desdichas padecidas.
Bienvenido al Club de los Malditos
Muchas gracias Maestro