Estarán conmigo en que hay pocas veces en las que se pueda loar el servicio que el periodismo ofrece a la sociedad que lo consume. Pocas, entre otras cosas, porque debido a la propia mercantilización de la información, éste ha acabado sucumbiendo al panfleterío, la propaganda pagada y la sencilla supervivencia al paraguas de instancias superiores, que suelen tener sus posaderas apoltronadas en el poder político del momento. Esto hasta cierto punto es normal. No podemos quejarnos del periodismo que tenemos, porque si dejamos de mirarnos el ombligo y decidimos alzar la mirada por encima de los Pirineos, observaremos que en todos los países civilizados en los que la libertad de expresión es un hecho, la polarización de la opinión se entrevera con la información creando así líneas editoriales que secundan a unos u otros partidos políticos. Si en todos los países ocurre…¿porqué debería ser malo que aquí también pasara? Pues bien, lo es porque aquí pocas veces el periodismo se realiza para honrar un fin mayor que el del servilismo al partido. Los mejores periodistas se destinan a buscar confidencias de contrarios que pongan en un brete las posiciones de un enemigo electoral que, al tiempo, utiliza sus armas para hacer lo propio con ellos. Y en raras ocasiones un artículo firmado cruza la línea, que separa al panfleto político en que se han convertido, de un servicio social que de verdad informe, cree opinión no viciada, y sirva para dar visibilidad a un problema que asfixia a una ciudadanía desengañada y harta de la pelea de niños en que se ha convertido la prensa. Pero esto se puede remediar sin mucho trabajo, aunque con mucha vocación. Y un ejemplo de ello lo tenemos plasmado en el pasado 12 de Noviembre en las páginas de El Mundo. Gracias a un artículo firmado por Noa de la Torre, una familia Valenciana recibió una llamada de un jubilado para ayudarles (según nos cuentan desde 233Grados). Bien, pues cuando el periodismo sirve para ayudar y dar luz a los problemas de verdad y además de ello consigue convertirse en un elemento necesario para solucionar los problemas que se denuncian, el periodismo, en sí mismo, acaba por convertirse de verdad en periodismo con mayúsculas. Y entonces uno se siente orgulloso de quienes practican esa profesión… |
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