Hizo falta que servidor comenzara a escribir en un blog, para que aprendiera a apreciar la fuerza y el poder que la palabra escrita y hablada podían ejercer sobre una población, que sencillamente, se limitara a escuchar lo que otros decidían decir. Hizo falta eso y otra cosa, comenzar a leer más diarios de los que acostumbraba, a escuchar más radios de las que escuchaba y leer más opiniones de las que leía.

Hoy, sentado frente a mi ordenador y preparándome para disfrutar de un nuevo día en compañía de mis seres queridos en sana lejanía respecto del bullicio de la blogocosa (cosa que ya es un hábito sano que he trasladado de mi semana laboral rutinaria mientras permanezco encadenado en el volante de mi camión), me sorprendo de la cantidad de personas que se creen sin duda bien informados leyendo un solo periódico, escuchando una sola radio, asimilando un solo sesgo de opinión.

Cuando la palabra en lugar de informar confunde. Cuando en lugar de informar opina. Cuando en lugar de ejercer el deber que le compete en la Constitución se dedica a chismorreo y la adjetivización sectaria y ofensiva. Es entonces cuando ésta pierde la victoria moral para convertirse en simple berborrea y berrido de insigne factura y penosa moralidad.

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