Si hay una cosa que he aprendido a base de darme porrazos contra los marcos de las puertas dospuntoceristas, es que la necesidad de criticar y vilipendiar la imagen de un ser humano es intrínsecamente proporcional a la popularidad o relevancia que pueda tener ese mismo pobre diablo.

Compruébenlo ustedes mismos diciendo cualquier chorrada en su twitter y verán como la repercusión de ese disparate salido de las pezuñas en que se convirtieron sus manos, al redactarlo en la interfaz de su home de twitter, no tiene mayor recorrido que el de su precaria y limitada memoria.

Por el contrario sigan ustedes a un político de relevancia, a un cantante, o a un famoso que en un día de pajerío mental equivoca la ocasión y decide erróneamente ser sincero y claro en sus prerrogativas, y verán como algún que otro iluminado le recoge el guante, construye un treding topic al uso utilizando los twitter facts para promoverlo en la red, y destruye en pocos minutos y durante unos días el escaso y laboriosamente atesorado crédito personal que pudiera tener.

Por eso, tal vez, sea que servidor nunca ha sido partidario de la chanza y la burla gratuitas que nacen por culpa de un twit mal pensado. Es más, me solidarizo con quienes sufren por culpa dichos ataques sin más defensa que la del alejamiento paulatino de una red convertida, cada vez más, en una piscina de pirañas hambrientas cuya única finalidad en la vida está justificada en la crítica destructiva y el cachondeo salvaje y demagogo.

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