No harán mal ustedes si piensan, cuando vean el vídeo que les presento hoy como una curiosidad, que el talento que desprenden estos críos ha sido posible gracias al caldo de cultivo que provoca el vivir en una férrea dictadura como la que sufren mis buenos amigos, como diría el gran Punset, los chinos.

Curioso también es el que uno, sin comerlo ni beberlo, se encuentre con una referencia directa hacia el libro que está leyendo (1984) de manos de un periodista como Fernando Villespin en su artículo de  ayer para El País titulado "Camps como síntoma".

Para los Chinos sería terriblemente revelador posar sus ojos en semejante libro. Más que nada porque retrata, más de sesenta años antes del momento actual, la situación que viven todos y cada uno de ellos en su vida diaria. Y los niños de este grupo musical, si cabe, más que los que viven en provincias. Ya pueden ustedes suponer el porqué y la razón de las forzadísimas sonrisas de estos niños mientras acarician las cuerdas de sus guitarras anhelando no rozar la equivocada.

En el artículo de Fernando se habla del "doblepensar" que no era sino "el poder, la facultad, de sostener dos opiniones contradictorias simultáneamente, dos creencias contrarias albergadas a la vez en la mente". Era ésta, en el libro de Orwell, una palabra del nuevo lenguaje llamado neolengua, que tenía como propósito fundamental el limitar hasta la extenuación la capacidad de expresión de los ciudadanos para así impedirles en lo posible la posibilidad de razonar con libertad. Según los miembros del Partido, a menor cantidad de palabras, menor capacidad para construir frases, lo que suponía menor posibilidad de pensamientos con capacidad de convertirse en frases y por ende, mayor control sobre lo que pensaban y dejaban de pensar sus ciudadanos.

El caso es que la sonrisa de la niña del centro me ha recordado también al libro y a la manera en la que los protagonistas tenían la posibilidad de aparentar ser unos buenos miembros del partido, mientras acudían y vociferaban en los dos minutos diarios de odio, o paseaban frente a las telepantallas que los vigilaban día y noche para descubrir a nuevos traidores a los que colgar y fusilar para regocijo de todos.

Viendo su sonrisa uno puede poner cara a todos los que se cruzaban en la vida diaria de Winston, al mismo Winston ocultando sus verdaderos pensamientos e incluso a los miembros del partido, convertidos en profesores de música de unos niños indefensos que eran presentados como una victoria del Partido frente a una multitud que en lugar de niños necesitados de amor, veían hijos de una dictadura gloriosa limitada al simple aleccionamiento político e ideológico.

Eso sí, olvidaba el señor Fernando aplicar la misma máxima del "doblepensar" a su propia persona, o en su caso, a los dogmas que utiliza el partido de sus amores para hacer pollítica puesto que, y en eso me darán la razón, ni siquiera los guardianes de la máxima expresión del socialismo democrático, como les gusta verse a los que piensan como él en este país, pueden decir que nunca sufrieron semejante enfermedad en los ocho años que llevan al frente en el actual gobierno, o los doce de la anterior ocasión.

¿Ejemplos? Para eso no les hago falta yo, sino más bien la sinceridad que ustedes mismos se niegan. Una cosa es permanecer engañado sin posibilidad de verificar la mentira, como ocurría en el libro de Orwell por la capacidad del régimen para destruir los periódicos atrasados y reescribirlos de nuevo para que las predicciones del Partido fuesen siempre certeras, y otra muy distinta permanecer en la ignorancia de quien sólo lee una parte de la realidad porque se niega a escudriñar en la contraria.


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