Me pregunto hasta qué punto debería comenzar a cambiar mis hábitos blogueros a la vista de la precaria repercusión que tienen mis escritos últimamente en la red. Es curioso tener que acabar aceptando que uno habla para las paredes un día sí y otro también. Son las cosas del “opinar” dirán algunos. Yo lo que creo es que son las cosas del “pasotismo”.

Miren, de entre todas las lecturas diarias que tengo en la blogosfera, las únicas que no escupen bilis por la boca son aquellas que dedican sus redacciones al simple cachondeo y el tiempo libre. Las que más y las que menos espumean veneno radical por los cuatro costados y salpican a diestro y siniestro sin compasión. La mía, por extensión, la primera de todas.

Ya ven, tanto despotricar de los periodistas y ahora va uno y se reconoce más sectario y tergiversador que aquellos a quienes siempre atribuyó dichas maldades humanas. Puede que ahora mismo ustedes estén negando con la cabeza lo que su subconsciente sabe a ciencia cierta que es verdad; que también son poco creíbles cuando la opinión es lo que sale por las yemas de sus dedos. No hace falta que me intenten convencer de lo contrario. Yo como aquel, les daré la razón de los locos y sanseacabó.

Pero también podrían dejar que intentara convencerles de aquello que sus sesgadas mentes les niegan; su propia incapacidad para permanecer imparciales. Un ejemplo sería mirar con lupa sus bitácoras y releer todos los artículos. Seguramente casi todos ellos estarán orientados ideológicamente en un sentido específico. Si hacemos lo mismo con los tuits, los famosos tuits, pasará tres cuartos de lo mismo, aunque en menor medida dado que un RT es más rápido e indoloro de escribir que un post completo. Mi propio blog y mi tuiter son testigos de ello y en estos momentos cabecean positivamente ante lo que estoy escribiendo. No hay mejor juez que uno mismo cuando de lo que se trata es de ajusticiar una intención propia.

Miren yo no puedo dejar de opinar porque parece que lo llevo en la sangre. Soy bastante sectario, lo reconozco, poco dado a recular en mis posiciones y renuente a cambiar hábitos sólo porque alguien decida imponérmelos. Pero creo sinceramente que en nada ayudamos a la sociedad cuando al opinar insultamos, deslegitimamos y tergiversamos las noticias para convertirlas en complementos perfectos de los esputos de nuestras mentes.

Y esto, como no podía ser de otra forma, es el esputo mayor del reino.

0 Comentarios:

Publicar un comentario