Una persona cualquiera, de esas que ni pinchan ni cortan a la hora de hacer leyes salvo cuando van a votar cada cuatro años, podría llegar a pensar cualquier barbaridad sin que por ello tuviera que ser tildada de nada en absoluto. Otras, como los políticos, deberían medir sus palabras al milímetro para no provocar mayores altercados que los que su propia existencia conllevan. Los dos deberían tener derecho a creer lo que quisieran, pero los segundos se deberían a su deber para no desafinar en la filarmónica democrática de la que forman parte. Más aún cuando de denigrar ciudadanos se trata.

Las declaraciones de Manuel Valls, Socialista Francés no se vayan ustedes a creer, no sólo son un abono inmejorable para el pensamiento simplista, sino que además nos demuestran al resto de ciudadanos europeos, y más en concreto a los Españoles, que no todo por ahí fuera es tan sencillo de encasillar como se pretende por aquí. Hacen un muy mal favor a la democracia quienes se empeñan en ignorar que en política no existen los buenos y los malos, sino más bien diversas formas de entender el mundo que los rodea.

Otros que deberían pensarse muy bien lo que hacen son Mariano y los suyos. La presión a la que están siendo sometidos por parte de Sheldon podría, y digo únicamente que podría, llevar a pensar a la ciudadanía que  el precio a pagar para la elaboración de una legislación a la carta es meramente económica. Tan económica que para la inmensa mayoría de los ciudadanos dicho precio sería prohibitivo para sus intereses.

Si Mariano me aceptara un consejo le diría que mandara al carajo el Eurovegas. Más cuando a un político que está contra las cuerdas por sus políticas se le suma la evidencia de que es capaz de sucumbir a chantajes de pseudomafiosos.

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