Pareciera como si la imponente maquinaria mediática de la izquierda se fuese quedando obsoleta conforme pasan los meses. Pareciera que su implosión, esa que leemos más que vemos de manos de artículos como el de Carlos Carnicero hoy en su blog, hubiese comenzado a fraguarse justo cuando los pioneros de las acampadas comenzaron a plantar sus tiendas en la plaza de Sol a mediados del pasado mes de Mayo. Que su muerte, tantas veces anunciada pero en dirección contraria (exactamente la derecha), hubiese sacudido la conciencia de miles de ciudadanos, que de golpe y porrazo, se hubieren dado cuenta de que la izquierda, esa por la que votaron, debatieron y lucharon, se hubiese quedado huérfana de padre y madre en un repentino giro del destino que hizo que sus representantes naturales sucumbieran a decisiones que jamás deberían haber tomado. Pareciera que la izquierda misma se retorciera angustiada mientras se desangrara viva por haber cometido el garrafal error de haber aceptado ser dirigida y destruida por quien nunca debería haber llegado a gobernarla.Si hubo algo de lo que se dijo en aquellos tiempos desde la caverna mediática de la derecha, algo que hoy con perspectiva sabemos y atestiguamos que es tan cierto como que ahora mismo estamos escribiendo en este blog, es que el movimiento #15m siempre fue un referente de la izquierda. La izquierda es la única ideología capaz de transformarse a sí misma a través de un holocausto ideológico. La única capaz de renacer de sus cenizas cual ave fénix. La única con la autoridad moral necesaria para convertirse en altavoz de una ciudadanía libre de yugos, cadenas y limitaciones.La derecha, esa de la que yo formo parte, la que sabe pervivir en el inmovilismo a base de votos y fidelidades inquebrantables, sería incapaz de albergar en su interior un movimiento ciudadano como éste. Y no porque quienes forman esa derecha seamos peores personas, sino porque solemos ser más conscientes de las necesidades de las reglas que rigen nuestras vidas, de su diligencia, pero sobre todo, de la necesidad de un orden que permita unas transiciones políticas pausadas que impidan una implosión de la propia democracia.Tal vez al #15m le falte, para obtener un éxito aplastante, ese sentimiento tan arraigado que la derecha exhuma por los poros, el respeto a la ley y la sabiduría de su necesidad. Si el #15m se vaciara de sentimientos anti-autoritarios, si renunciara a esa tendencia de llamar asesinos y terroristas a la policía, si templara sus eslóganes y permitiera que la derecha menos rancia, menos radical, menos sectaria se pudiera acercar a ellos sin que sintieran atacados. Tal vez si eso ocurriera las cosas cambiaran para mejor y lo que hoy es un movimiento atrofiado por los radicalismos, por los salvapatrias, o por el genocidio ideológico de unos cuantos, se pudiera convertir en un nexo de unión que permitiera que todos, de derechas o de izquierdas, pudieran luchar en el mismo bando para lograr una democracia más participativa, una política más limpia, pero sobre todo, unos políticos más representativos de lo que lo son ahora.La izquierda, como decíamos al principio, se desmorona un poco más cada día conforme se acerca el 20N. Puede que para su renacer le haga falta una travesía por el desierto de la oposición, pero no hay que perder de vista el infumable peligro que la acecha en éste camino. La disolución de sus huestes por culpa de la incompetencia de quien hoy ostenta el poder del partido y la enfermiza tendencia del candidato a hacer la política del SXX en pleno SXXI, son dos afrentas a su credibilidad que puede que la hundan más allá de los oscuros abisales ideológicos de la política de todos los tiempos.Cada día que uno de los dos permanece pegado a su poltrona de poder, arrastra más abajo a toda una institución política que deja desamparados a nueve o diez millones de ciudadanos que mañana, asombrados y perdidos, vagarán sin credo ni doctrina por el purgatorio de unas urnas en donde no existe ranura para su papeleta.El 15m y el PSOE van unidos de la mano. Los primeros pueden salvarse radicalizándose un poco menos y tendiendo puentes de entendimiento con quienes piensan como servidor. Los segundos están condenados a una disciplina que sin rémora es nociva para su propia supervivencia.
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