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La verdad de RyanAir

Nada hay más indicado para rebatir una falacia que la atención pormenorizada de unos datos que nos ayuden a disipar el ruido que se genera en torno a según qué situaciones. La de la aerolínea de bajo coste que pone nombre a esta entrada es una de ellas. La cuestión es que me tope con el artículo de Josu en Malaprensa en que se hablaba de lo curioso que era que últimamente se pusiera el foco informativo en algunos incidentes de la susodicha compañía, al tiempo que se silenciaban situaciones similares en otras aerolíneas que incluso llegaron a ser más peligrosas.

Lo retuiteé y al rato me llegó una respuesta de Rafa Millán, que mediante una sencilla gráfica salida de foroaviones.com, ponía negro sobre blanco lo que en el artículo de Josu quedaba plasmado mediante la prosa.

ryanair

Yo, en este punto, me limito a publicarlo en el blog. Lo siguiente, sacar sus propias conclusiones, es ya sólo cosa suya…

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Lealtad a la ciudadanía

Tengo un buen amigo al que todo este tema de Cataluña le pone nervioso. A él lo que le preocupa no es que una parte de España pueda acabar escindiéndose, sino más bien los sentimientos que esa misma intención provocan en quienes por ley están obligados a ser garantes de la unidad nacional, los militares. Y es que a mi, aunque el día que me lo dijo lo tomé a broma, también me ponen nervioso las cosas que alteran la paz de los militares.

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Pero que me pongan nerviosas estas cosas no significa que tengan razón de ser. Yo le supongo a la institución militar algo más que el valor que ella misma presupone a sus soldados, lealtad a la ciudadanía. Y por mucho que Cataluña desee escindirse de España, por mucho que nos pueda doler esa situación, nunca podremos aceptar que nuestros propios militares se dispongan a provocar la muerte de conciudadanos en razón del sentimiento que estos pudieran albergar en sus corazones.

En realidad creo que las declaraciones de Francisco son un simple verso suelto en el poema que constituye la carrera militar. Son salidas de tono que el periodismo amarillista aprovecha para atacar a los elefantes, que desde la base de su ideología particular, les molestan en su desdeñosa labor de adoctrinamiento a sus lectores y que hacen un flaquísimo favor a la paz, la concordia y la solución de los problemas que nosotros mismos nos provocamos.

Alguno dirá que parezco un nacionalista catalán por escribir estas cosas pero se equivoca. Yo como Español estoy dispuesto a aceptar el órdago de la independencia con la esperanza de que aquellos que siempre se nos dice que no son independentistas en Cataluña despierten del letargo en el que llevan sumidos treinta años y acudan a las urnas para defender lo que desde fuera nos hemos cansado de defender, su Españolidad. Siempre escuchamos que los independentistas en Cataluña son una minoría. En las próximas elecciones sabremos si ese mantra que hasta la saciedad nos inculcan periodistas y políticos es cierto.

Y si por casualidad no lo hacen, o porque no quieren o porque no existen, deberemos aceptar que los Catalanes no quieren ser Españoles y modificar la ley para que puedan independizarse en paz y sin rencores. Las leyes no son inamovibles y están al servicio del pueblo y no al contrario. Y esa es una de las únicas máximas que todo demócrata debe recordar antes de erigirse en portavoz de sus conciudadanos.

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Independencia

En un mundo ideal, el propio de los mundos de Disney, las utopías, o las mejores de las intenciones habidas y por haber, lo ocurrido ayer en Barcelona debería significar algo más que una algarabía para los políticos. Una manifestación tan efusiva, pacífica y festiva como aquella, construida sobre una pancarta con un lema tan claro que imposibilita cualquier intento de manipulación político-léxica, no puede quedar reducido a la nada de un día para otro.

Manifestacion-independencia-dia-Calatuna

En definitiva, lo que quiero decir en este comienzo es que se equivocan quienes pretenden hacer una lectura apartada del independentismo. Los que ayer fueron a la manifestación no estaban pidiendo un concierto económico como el Vasco, sino más bien como el propio Español, Francés o Alemán. Pedían independencia. Y eso señores no se logra apaciguar con sermones de la montaña que confundan a la plebe, sino con información y libertad de elección. A todo cerdo le llega su San Martín. Tal vez ayer fuera el día en que finalmente el independentismo se hizo de verdad una opción política. Sin ambigüedades. Sin medias tintas.

¿Y saben lo mejor? Estoy a favor de que se pregunte sobre la independencia de Cataluña. Puede que muchos Catalanes, y políticos de ambos lados por supuesto, se sorprendieran de la cantidad de ciudadanos que desde fuera de Cataluña abogamos por una independencia que nos libere al resto de ciudadanos de la cadena al cuello en que se han convertido todas y cada una de las aspiraciones soberanistas de aquella región.

Imaginen un gobierno Español liberado de las cadenas regionalistas que hacen imposible el cumplimiento de su propio programa electoral por estar supeditado a las aspiraciones de partidos que ponen precio a cada voto. Imaginen la tranquilidad de saber que su voto no se convertirá en algo ajeno a ustedes cuando éste deba ser ponderado por quienes sencillamente no desean ser partícipes de la realidad que viven. Yo reconozco el error de haber escrito aquí muchas veces del nacionalismo en un tono visceral que cargaba de veneno cada una de las sílabas. Ellas, mis palabras, han contribuido a crear un caldo de cultivo que se ha convertido en un ansia independentista que ha culminado en lo de ayer. Siempre dijeron que el odio no engendra más que otro odio. Yo lo olvidé.

Hoy quiero ser de los que ayuden a mejorar el ambiente, que no a cambiarlo. Hoy les deseo la independencia. Es más, les profeso amistad, cariño y el respeto que merecen. Escíndanse de España y yo seré de los primeros que les ayude a encontrar su sitio en el mundo. Les aseguro que no será complicado. Siendo como es que Europa se dirige inexorablemente a una unión más fuerte y menos plurinacional que la que ahora existe, la pelea por mantener unas fronteras con fecha de caducidad se me antoja, cuanto menos, una niñería.

Si somos realmente demócratas deberemos reconocer el hecho de que en Cataluña hay una mayoría suficientemente elevada como para que se haga necesario hacer la dichosa pregunta. Y no caben interpretaciones interesadas. Lo de ayer es lo que es. Lo demás no es más que lo que se desearía que fuera. En democracia se pregunta y la hora de hacerlo ha llegado.

Verán, lo del vídeo de la concejala de esta semana ha dejado muy claro el déficit intelectual del que hace gala el cibermundo ciudadano. Muchos de los que hablan del dichoso vídeo seguramente no lo habrán llegado a ver, pero sí es cierto que de los que lo han visto, al menos el noventa y nueve por ciento son de esos que habitan este mundo paralelo de la Red.

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¿Y saben quienes habitan por aquí? Exacto. Los que se llenan la boca con derechos civiles, respeto ciudadano y demás zarandajas que sólo sirven para construir discursos vacíos de ideas que a duras penas consiguen llevar a término. Son esos y no quienes viven ajenos a este mundillo, los que han promovido su difusión y la vejación a la imagen de dicha señora con sus comentarios, sornas y cachondeos.

Es cierto que no fueron  ellos los que se fueron a la puerta del pleno a llamar ‘puta’ a la pobre mujer, pero sí quienes con sus trending topics y demás publicaciones en las redes sociales, auspiciaron que los medios de comunicación tradicionales, contagiados desde hace un tiempo por el virus del duspontecerismo desaforado, pusieran sus focos en ello haciendo que éstos, los vecinos que nada saben de internet y demás, salieran a la calle con su mente eminentemente paleta para insultar a una mujer, a la que sencillamente, le ocurrió lo que a cualquiera de nosotros nos podría pasar en un momento dado.

Ustedes, ciudadanos del cibermundo, son en primera instancia los primeros paletos del mundo que los rodea. Ustedes, los que promovieron su difusión, son los que al momento de mofarse de la dichosa situación de la mujer, se pusieron el traje de faena para volver a defender los mismos derechos sociales que hacía unos instantes se pasaron por el arco del triunfo.