Escribir ya no es lo que era. Antaño suspiraba por enfrentarme al ordenador. Hoy en día podrían pasar semanas enteras sin acordarme de éste rincón y ni siquiera sentiría el más mínimo remordimiento por ello. Puede que la culpa de ello sea que al final haya comprendido que la más de las veces lo mejor es callarse las opiniones propias. Dejar que los demás deambulen alocadamente por sus atribuladas idas y venidas. Comprender que por muy bien escrita que esté, mi palabra no es más que otra de las millones que habitan en este inmenso mundo.

Uno lo ve claro cuando por casualidad se detiene a leer los comentarios que acompañan las noticias de los diarios. Cuando escucha a la gente del pueblo llano expresarse en la radio y rezumar ese tufillo inequívoco a loro que exhalan con cada frase aprendida. Cuando adivina entre líneas la confesión nunca reconocida de quienes no saben más que jugar con las ideas de la ciudadanía. Es un sinsentido. Una especie de orgía de la opinión la que nos ha arrebatado la conversación que antaño conocimos y que aún hoy no alcanzamos a añorar.

La revolución de la blogosfera que hace unos años tanto cacareamos se ha quedado en una simple panfletada. No somos ciudadanos libres que opinamos sin miedo. No. Somos altavoces, copypasteadores dospuntoceristas de las ideas de los partidos, de sus medios de comunicación, de sus aparatos. Quisimos reconvertir la opinión y no hemos conseguido más que formar parte activa de la misma renunciando a la imparcialidad. No hay más que leer este blog o cualquiera que se les ocurra, todos huelen.

Recuerdo cuando la blogosfera era opinión. Hoy en día esos recuerdos se me difuminan y ya no se si alguna vez existieron de verdad.

Es interesante el mapa que Rafael Pampillón nos mostraba el otro día en su blog. En el quedan representados los países que tienen salario mínimo interprofesional por ley y los que no. Y me es curioso porque en Alemania o Italia no existe ese salario mínimo y sí en Reino Unido o Francia. Es uno de esos mapas que nadie utiliza para apoyarse en sus opiniones sencillamente porque sirve para avalar cualquiera de las dos posiciones que se podrían poner como punto de partida en un supuesto debate sobre ese mismo salario mínimo.

Un mapa en donde queda demostrado que con él se puede cobrar una miseria y sin él vivir en la locomotora de Europa. Y al mismo tiempo con él asegurarse una renta considerable y sin él la práctica esclavitud del asalariado. Un mapa inconsistente para quienes tienen la necesidad de sentar cátedra con sus opiniones y revelador para quienes sencillamente nos hacemos preguntas que no pretendemos saber contestar.

salario mínimo interprofesional

Las preguntas se las hacen ustedes mismos sin que haya necesidad de que yo materialice aquí las mías. De todos modos les dejo otra gráfica en la que aparece detallada la media de ingresos brutos anuales de los trabajadores de la UE para que se hagan las preguntas que de verdad les hagan pensar sobre lo plasmado en la primera. Ustedes ya son mayores de edad.

media salarial ue

Pocas cosas deberían ser mejor recibidas que aquellas que supusieran una liberación para una democracia agotada bajo los achaques de un chantajismo periférico que la ha contaminado desde el comienzo de sus días. PP y PSOE deberían entender como una bendición el saber que, en unas hipotéticas elecciones generales, su desgaste electoral no sólo traería savia nueva a la vida política de este país, sino que además propiciaría que el voto cautivo que hoy se mantiene a ambos lados del decadente bipartidismo en el que nos encontramos, implosionaría por culpa de la crisis y acabaría por propiciar no sólo la apertura de un inmenso abanico de posibilidades a la hora de fabricar nuevas y fructíferas alianzas post-electorales, sino que además de un plumazo los liberaría de la dictadura de unos partidos independentistas que durante años han lastrado su mensaje político cambiando dineros por votos.

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Según la simulación del resultado electoral de Metroscopia en unas hipotéticas elecciones generales, los dos grandes verían derrumbarse el bipartidismo atenazado bajo el yugo de los independentista Catalanes y Vascos. Ello conllevaría la entrada en el arco parlamentario de IU y UPyD con 48 y 30 diputados respectivamente que convertirían a PNV y CIU, con 5 y 10 en este caso, en meros convidados de piedra de una verdadera política de estado a todas luces libre de chantajismos. Bajo la tutela de la revolución de las urnas, se acabaría de un plumazo con las políticas que durante lo que llevamos de democracia nunca tuvieron como aspiración suprema el bien de la nación Española, sino más bien el de Cataluña y País Vasco.

Es una gran noticia esta simulación. Si fuera cierta y este supuesto llegara a fructificar, los ciudadanos Españoles ya no tendrían necesidad de permitir que sus votos estuvieran cautivos bajo unas siglas en función de lo que podrían hacer los contrarios con ellos. Los mismos partidos podrían establecer más claramente cuales son sus ideas sin miedos a lo que opinara la periferia. Seríamos más libres para votar. Tendríamos mejores partidos. Se nos representaría mejor. Y sobre todo sabríamos que ya nunca más se nos vendería por dinero a Cataluña ni País Vasco.

Sin duda ninguna una gran noticia, al menos, para quien aquí escribe.

¿Saben? Siempre se ha dado por sentado que en el centro político reside la virtud ciudadana. Ese lugar que de forma indiscutible hemos designado como residencia natural de los demócratas. Lo complicado está no tanto en alinearse en torno a él, eso es sencillo, sino más bien en encontrarlo informativamente hablando. Ya saben, no es lo mismo declararse de centro que informarse tomando como sino dicho lugar, entre otras cosas porque como tal, dicha residencia no existe en el espectro informativo.

Uno puede rebanarse los sesos buscando un medio que se establezca claramente en el centro durante años y acabar declarando que dicho centro no es más que una utopía más de las muchas que pueblan el imaginario ciudadano. Encontrarlo, descubrirlo, atisbarlo si quiera, es un imposible semejante al de vislumbrar la nitidez de una imagen tomada por una cámara desenfocada. Seremos capaces de adivinar algunas líneas maestras que nos ofrezcan una imagen borrosa, pero nunca alcanzaremos a disfrutar de la fotografía en todo su esplendor.

El centro político es como aquel último bocado del bocadillo que da sentido al resto ya ingerido, que queda sumergido accidentalmente en un charco de agua derramada de un vaso volcado por error sobre el plato en el que reposaba. Un suculento bocado de imposible disfrute que nos deja la terrible sensación de no haber podido culminar con el orgasmo onanístico del crujir del pan en el último mordisco. Un robo en toda regla que nos aparta del delicioso clímax papilo-gustativo que da sentido al rito de la comida.

El centro político informativamente es un mito, una leyenda urbana que todos nos encargamos de alimentar con la vana pretensión de descubrirlo accidentalmente. No es necesario perder más tiempo en ello que el necesario para cerciorarse de que nos es imposible dar con él sin ayuda. Otra cosa es a quién le pidamos la ayuda para ese menester…

Es curioso ver cómo las grandes preguntas que han intrigado a la humanidad durante milenios nos siguen hoy acechando a la vuelta de la esquina, no sólo inquiriendo a los grandes pensadores de nuestro tiempo, sino también a los vulgares ciudadanos que, apostados en las áreas de servicio mientras hacemos el descanso del tiempo de conducción en el caso de los conductores profesionales, nos vemos asaltados por otros ciudadanos cuya, parece ser, única misión en esta vida es la de predicar su credo particular.

Verán. A mi en la áreas de descanso siempre me habían asaltado los comerciales de Orbita. Ya saben, esos de los seguros de carnet de conducir. Pues bien, hace un par de semanas los que vinieron a hacerme la visita de rigor fueron unos testigos de Jehová. Y me hicieron pensar, no porque me convencieran, sino más bien porque me reafirmaron en mis convicciones. He de decir también que me sorprendieron. No alcanzo a comprender qué razonamiento los llevó a pensar que un área de descanso sería un buen lugar para convertir a otros ciudadanos a su credo.

Mi vida colegial transcurrió en un colegio de curas, en concreto en el San José de Calasanz de Algemesí. Lo curioso, o al menos lo que me quedó grabado a sangre y fuego en mi pequeña y neófita mente, es que aunque uno se haya cansado de escuchar pestes de los presbíteros, en opinión de un servidor de ustedes y basando ésta en la propia experiencia, no hay refrán más apropiado para hablar de los mismos que aquel que reza ; “de todo hay en la viña del señor”.

Al parecer yo fui agraciado con la cara de la moneda en lo referente a los sacerdotes. Los que tuve como profesores fueron excepcionales. Y tampoco me vi sometido al lavado de cerebro que tanto se les achaca. Por poner un ejemplo los Padres que nos daban dicha asignatura debieron poner un empeño supino en la historia además de en cantar alabanzas y enseñarnos el credo, el padre nuestro y demás oraciones. Lo digo porque si bien es cierto que recuerdo los días en los que aprendíamos el ave maría y las visitas a la Iglesia en Miércoles de ceniza, también lo es que me quedaron grabados a fuego aquellos en los que el Padre Jaime, el Padre Arroyo o el propio Padre Llopis se desgañitaron enseñándonos Historia de las Religiones.

De aquellas enseñanzas me quedaron claras unas cuantas ideas maestras sobre las que he estructurado mi pensamiento. Los curas, aún siendo Católicos Apostólico-Romanos, se empecinaron en que nos quedara claro un punto fundamental; el Dios del Islam, el de los Cristianos y el de los Judíos es el mismo. Con diferentes nombres, cierto, pero el mismo al fin y al cabo. La única diferencia entre las tres religiones estriba en la aceptación o no de según que profetas como mesías.

Por ejemplo, los Judíos no reconocen a Jesús como Mesías, como sí hicimos los Cristianos, y aún esperan a aquel que los ha de salvar de su yugo. Los Cristianos, como he dicho, vimos en Jesús al mesías redentor y a partir de ahí fundamos nuestra Iglesia. Los que profesan la religión Islámica dejaron correr los años y encontraron en el 622 que quien sí debía ser reconocido como mesías era Mahoma. En base a estas tres aceptaciones, la misma religión ha derivado en tres grandes religiones diferenciadas que por obra y gracia de los hombres ha degenerado en guerras, negaciones y genocidios varios. Así las cosas, hemos de reconocer que posicionarse como anti-islamismas, anti-judío o ant-cristiano es poco menos que convertirse en un analfabeto funcional ya que en cualquier caso lo que hacemos es atacar a nuestro propio Dios.

Pero…¿y los que no creemos en Iglesias? Aquí es donde entra la segunda de las grandes enseñanzas con las que me bendijeron aquellos curas. Recuerdo un día en el que el Padre Arroyo nos hablaba sobre la misericordia de Dios y que dramáticamente roló a una pregunta retórica que me haría pensar; ¿si Dios es misericordioso, cómo podría condenar a un judío por su credo si por contra había sido un hombre bondadoso en vida? La respuesta la dejó en suspenso. Supongo que ni siquiera él se atrevía a vocalizarla. A mi entender lo que nos dejó caer como si nada era que daba igual a qué Dios rezara cualquiera, la misericordia se ganaba en los buenos actos y no en los credos.

Supongo que él mismo haría extensible esto a cualquier religión que existe en el mundo. La propia película de “la vida de Pi” ahonda en este tema y nos ofrece una perspectiva muy cercana a la que nos intentaban proponer aquellos curas en la niñez; las religiones no son más que diferentes formas de contar la historia de un Dios. Y Dios mismo no es más que una invención para explicar lo inexplicable (esto es un agregado mío). No digo que no exista ningún Dios, sólo que puede que no sea ni siquiera un ser como tal. Puede que la propia existencia de vida sea Dios en sí mismo.

Los curas me enseñaron muchas cosas. Una de ellas fue esta; pensar por mi mismo.

El mundo entero está para mear y no echar gota. Lo dicen las encuestas que estos días publican religiosamente los periódicos, las manifestaciones que día tras día toman las calles nuestras ciudades y la larga columna de ciudadanos en paro que atiborran las oficinas del INEM. También las valoraciones de los políticos o las instituciones y la poca fe que la ciudadanía alberga ya en ellos. Da igual el color de la chaqueta que uno vista, el rechazo es insultantemente notable. El repudio, incontestable.

A todo esto hemos de añadir el factor “opinión 2.0”, que es, como bien explica el amigo Joan Boronat en su blog, nuestra conversión a tertulianos dospuntoceristas que podría resumirse perfectamente en este párrafo que a continuación transcribo:

Las redes sociales nos han convertido en una especie de 'improvisados tertulianos'... Sí, esos personajes que saben de todo -en apariencia-, y que por una inyección de ego son capaces de dilapidar de un plumazo la reputación de quien se les ponga a tiro.

Los ciudadanos de a pie hemos perdido la perspectiva a la hora de escribir en nuestros blogs. Nos hemos creído periodistas, y hemos realizado análisis pseudocientíficos basando nuestros trabajos en resultados nacidos de defectuosas búsquedas en internet. Nos alineamos en función del hasgtag que ese día esté de moda (lo contaba Marcelino perfectamente bien aquel día en relación a los estorninos del Intermedio), nos mofamos de quienes osen pensar diferente, nos convertimos en palmeros cuando creímos ser voz de un pueblo. Un pueblo que, todo hay que decirlo, no está en internet, sino en las barras del bar.

También ahí han perdido los papeles los periodistas. Hoy es más fácil que nunca hacer un programa de radio o televisión. Basta con crear un hasgtag para creerse que el mundo habla de lo que tú. Me pregunto en cuántas de esas tertulias de barra habrá un ciudadano con el móvil en la mano. Hoy he presenciado cómo en el programa de la Campos, en pleno zapping, se congratulaban de ser tranding topic mundial. Será porque los estarán poniendo a parir he pensado, pero al momento el público ha roto en aplausos y allí se ha producido un espectáculo onanista sin  precedentes que a servidor lo ha dejado estupefacto.

Es curioso, he meditado, los ciudadanos creímos que opinar era sencillo y acabamos devaluando la profesión de tertuliano con nuestro intrusismo analfabeto. Los periodistas, por contra, decidieron hacerse interactivos y fabricar sus programas en función de lo que los hasgtags cuentan, y han acabado por devaluarse a sí mismos sin saberlo. Ni nosotros somos ya voz, ni ellos portavoces de realidad. Vivimos en la nube y en las nubes nos encontramos. Escribimos en el aire y en el aire quedan las reacciones. Los que no tienen internet han quedado relegados a la nada absoluta. Son el cero a la izquierda de la opinión ciudadana. Al menos hasta el día de los sufragios. Allí internet es menos que cero, menos uno.

Internet, o mejor dicho las redes sociales, se lo han cargado todo. ¿O a caso no habremos sido nosotros? Recuerdo al magistral Marcelino Madrigal en estos momentos repitiéndome al oído su mantra personal referente a las redes sociales; “el problema no son las herramientas, sino cómo decidimos nosotros utilizarlas”. Debemos recordarlo.

Hay veces en las que hablar de la actualidad lo deja a uno vacío. Más cuando nos enfrentamos a noticias como la de que BANKIA vale más que INDITEX. Son noticias que a cualquiera con dos dedos de frente dejan pasmado y sin argumentos. Se le hace a uno cuesta arriba el comprender cómo el fiasco financiero más grande de toda la historia de nuestro país, puede llegar a estar mejor valorado que la empresa que hace millonario a su creador con pingües dividendos anuales, 813 Mill este año. Las cosas de la bolsa que diría cualquier bróker, del capitalismo salvaje que diría el más osado de los comunistas…

Es curioso que hable ahora de comunistas. Ya sabrán, o al menos les sonará, que los cargos electos de IU suelen ceder parte de su sueldo al partido para ayudarlo a financiarse. Algo así nos vendió el otro día Cayo Lara. El caso es que esa declaración quedaría enmarcada en el retrato de un partido modélico si no fuera porque dentro de sus propias filas existe también el mangoneo en forma de concejalas que cobran dietas por reunirse consigo mismas. Una piedra ésta más en el camino de la redención de los partidos políticos.

Redención. La veo, les confieso, lejana e incluso imposible a tenor de las últimas encuestas. En el país de la corrupción no existe el honrado, sino sencillamente el que lo parece a secas. La vocación, el interés general o el ánimo por forjar una sociedad más justa, brillan por su ausencia frente a la profesionalización, el clientelismo y la más baja de las pasiones humanas; la envidia.

Tal vez a esta semana la salve que el Domingo es el día de la madre. La que los parió a todos. Esa a la que seguramente si hoy le preguntaran por en qué se han convertido aquellos niños, respondiera sin vacilar que hubiese preferido abortar a saberse la responsable de haber traído la ruina al resto de los millones de españoles que sufrimos a su prole. Gallardón lo hubiese tenido mal para doblegar su voluntad de abortar. Nunca me gustó Gallardón, pero es que cada día que pasa no hago más que reafirmarme en la aversión que le profeso.

Será que me hago viejo…