Supongo que la última entrada de un blog para celebrar el fin año debería tener al menos la pretensión de ofrecer algo que fuere lo más parecido a la esperanza que el autor pudiere ofrecer. Una especie de oda al buenismo que reflejara un sentimiento interiorizado de confianza en un futuro próximo que rebajara en lo posible las penas que el anterior nos dejara. Y una confianza ciega en un poder político que acabara por resolver las desgracias de las que estamos rodeados. Lamentablemente por aquí nada de eso se cumple. Una pena.

Puestos a escribir un último post, creo que deberíamos hacerlo a modo de carta de los reyes magos. Ya saben, una carta en la que detalláramos a nuestros políticos unas pocas de las cosas que esperaríamos de ellos para el próximo año, si no fuera porque definitivamente han abandonado el trono de la confianza en el que los teníamos a buen recaudo, para pasar a engordar el de las preocupaciones. Pero lo que son  las cosas, uno no se siente con fuerzas de comenzar un post de esos. Sabe servidor que es una labor abocada a la pérdida de tiempo. Y por ende a la desesperanza. Otra pena.

Descartando noticias uno podría decidir escribir sobre algo que hubiere ocurrido estos días, pero pensándolo un poco, cualquier cosa que se escriba a estas horas que no tenga que ver con las felicitaciones y los propósitos para año nuevo suele quedar descolocado para quienes a estas horas aún andan perdiendo el tiempo leyendo blogs. Más pena, porque la única pena que supera a la de un lector de blogs de opinión en la tarde de noche vieja es la otro que se dedica a escribirlos. Pena al cuadrado.

Así, creo que lo mejor que puedo escribir para terminar el año es un 'feliz año nuevo' sincero, optimista y cordial. Lo demás, lo de los propósitos y las buenas nuevas, se lo dejo a ustedes. Yo por mi parte haré lo que, al fin y al cabo, creo que me hará más feliz; abrazarme a mi esposa e hijo, disfrutar con los amigos de las uvas a media noche y desear de todo corazón que, esta vez sí, lo peor haya pasado.

Pd para políticos y periodistas pancarteros claramente definidos en una posición política cualquiera: Que os follen! Lo siento, pero no me pude contener más. Será culpa de la bilis que con tanto ahínco se empeñan en hacernos beber a diario ambos dos grupos de alimañas.  Una última pena, esta vez al cubo.
Hace unos años, cuando los medios de comunicación batallaban con los blogs por aquello de fomentar el periodismo ciudadano, estaba de moda lo de borrar el rastro que pudiera haber dejado algún comentario desafortunado. Eliminarlo y acto seguido negarlo categóricamente, o en el caso de haber sido pillados 'con las bragas en la mano', distanciarse de el con un arrepentimiento formal que nos devolviera a la paz social con nuestros lectores. En aquellos años no existían los botones sociales, con sus respectivas redes y perfiles, por lo que dicho trabajo solía limitarse al borrado de un post o comentario desafortunado nacido de la bilis en un momento de lectura desenfrenada. Eso sí, uno siempre sabía que la limpieza total del rastro era una quimera, ya que aún no habiendo acudido todos los lectores al blog antes del borrado, la entrada completa solía quedar a salvo tanto en los feeds como en la sindicación en comentarios a través del correo electrónico. Era, hablando claro, una venda alrededor de una fractura abierta.

Que a esa torticera artimaña acudiéramos los ciudadanos de a pié tiene un pase. A fin de cuentas nada salvo nuestra propia palabra podía quedar en entredicho.  Que hoy en día, con la proliferación de redes sociales que existe, acudan los políticos creyendo que salvaguardan su imagen de cara al electorado, no. Y al parecer eso es lo que pasa con Twitter y nuestros amados representantes; borran los tuits que entran en contradicción con los actos de su propio partido, los que contradicen sus propios mensajes, y aquellos que les nacen de las vísceras y por los que pueden ser criticados. Nos lo muestra la Fundación Civio con una página web (Digo Diego) que recopila todos los tuits que nuestros políticos deciden borrar tras unas horas expuestos y por los que suponen pueden tener problemas. 

Lo dicho. Que lo hayamos hecho nosotros tiene un pase. Que lo hagan ahora los políticos creyendo que los ciudadanos votan una imagen más que unas ideas, no. Uy! creo que me he contestado a mi mismo porque...¿donde está escrito y cómo demostramos que los ciudadanos votan solo ideas y no imágenes corporativas? Tal vez no sea tan mala idea esa de borrar el rastro...
Llegados los últimos estertores del año se pueden dar por cumplidos los balances de los balances de estas fechas. Ya no hacen falta más resúmenes que sinteticen lo acaecido en el año que estamos próximos a despedir. Lo dicho dicho está y de poco sirve volver a repetirlo. Pero queda una pregunta por resolver y que nadie responde; si ninguno de los que tenemos nos valen para gobernar, ¿quién debería hacerlo? Personalmente pienso en los chinos. Tienen todo lo malo concentrado en su propia forma de estado; dictadura y marxismo, abonado con un poco de capitalismo beligerante. Si uno se para a pensarlo detenidamente tampoco esa es una solución. No poder elegir y equivocarse no es una solución válida democráticamente hablando. Pero tampoco lo es estar obligado a elegir entre malo y peor. Supongo que nos deberíamos haber quedado en aquello de 'cazadores-recolectores'. Vivíamos menos, sí, pero cada uno comía de lo que 'cazaba-recolectaba'.

Ah! Y no existían los políticos ni los periodistas, que es un punto extra más para añorar aquellos tiempos...
Quisiera que me explicaran cómo puede ser tan complicado convertirse en político y seguir siendo un ser humano normal. Cómo se puede llegar al punto de incluso cambiar convicciones personales por otras asumidas o inspiradas por terceros, o en el caso de los políticos, convenciones políticas ideadas para la homogeneización confesional de los militantes. Cómo se puede aceptar sin remilgos eso y seguir pudiéndose mirar uno a la cara frente al espejo. En ambos casos, izquierdas y derechas, se practica el 'si te mueves no sales en la foto'. Los de hoy han fallado, pero los de ayer sólo fueron conscientes de hasta donde metieron la gamba cuando ya no había remedio.

¿Tan complicado era matizar la ley del aborto para hacerla mejor? Ministro, usted tan solo debía modificar un par de sencillas cosas; aquello de que una niña no debiera comunicar a sus padres que iba a abortar y lo referente a la necesidad de la receta médica para la dispensación de la píldora del día después. Dos sencillas cuestiones que no hubieren supuesto poner en el disparadero a una sociedad, la Española, que bastante tiene ya con aguantarles a ustedes, derechas e izquierdas, a diario con sus sermones, sus salva-patrias en formato panfletero, y sus sí pero no y ahora es menos de lo que llegó a ser aún cuando se aseguró que no sería nada. Que esa es otra. Primero nos dicen que la luz no subirá. Luego se nos atragantan las gambas con un 11%. Y ahora se nos dan palmaditas en la espalda con un 'será sólo el 2'3%'. 

Hay que ser hijos de puta, malnacidos y rastreros para tomar el pelo a la ciudadanía de esa manera. Y me contengo y no hablo de esos pseudoperiodistas que llevan desde antes de que ganara el PP las elecciones profetizando el fin del mundo. Periodismo y política. Tal vez los dos oficios más tóxicos para la sociedad civil en estos días.
La herencia recibida es un cáliz tras el que se suelen parapetar los partidos cuando llegan al poder. Un muro infranqueable de datos y predicciones desoídas que difícilmente pueden ser rebatidas por los vencidos. Un suave lecho desde el que convertirse en la oposición de la oposición. Más, si el que ha llegado al poder lo hace tras un periplo paupérrimo de equivocaciones y negaciones de la realidad. Es entonces cuando la incompetencia del anterior gobernante y su recuerdo favorece la aparición de un poso desde el que idealizar una franqueza inexacta que suele acabar en la flagelación pública de una ciudadanía desesperada capaz de incluso creerse culpable de buena parte de sus males. Es, además, el recurso fácil de los malos gobernantes. Una forma casposa de escurrir el bulto. Un mal del que son acreedores todos y cada uno de los gobiernos que han ostentado el poder en este país hasta el momento.

Supongo que quienes esgrimen el argumento de la herencia recibida deberían convocar un simposio desde el cual fundar las bases para la regulación de dicho término. Por ejemplo, podrían decirnos a los ciudadanos los tempos exactos para poder arrogar o eximir de responsabilidades a quienes dejan el poder. O acertar a explicar a la sociedad cómo y de qué manera juzgar un posible sin que pueda nunca llegar a hacerse realidad. Eso lo debería hacer el gobierno actual, por ejemplo, puesto que siempre acaba diciendo que estas reformas no son más que la versión acelerada de lo que Jose Luis debió hacer tiempo atrás.

Supongo que si Zapatero hubiese sido honesto con los ciudadanos hubiere vuelto a ganar las elecciones. Incluso con subidas de impuestos y de la luz claramente expuestas en el programa. Del Partido Popular se esperaba que bajara los impuestos y los subió, ha disminuido el estado del bienestar y ha dilapidado en dos años toda la credibilidad que consiguió atesorar durante sus años de oposición. Ambos dos perdieron sus oportunidades para ser recordados como buenos gobernantes. Ambos dos merecen el olvido ciudadano.



Ni unos ni otros son adalides de la verdad y esa es la peor de las herencias recibidas que puede soportar una democracia. En Las Provincias he visto este documental de la plataforma narrative en la que se ve la realidad del día a día en España. Seguramente ellos no lo verán. Y si lo hacen intentarán acercarlo hacia sí para utilizarlo políticamente. No les dejemos. Esta es la herencia que nosotros, no ellos, hemos recibido. Nuestra condena por soportarlos. No dejemos que nos vuelvan a ningunear nunca.
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Maldita crisis

Un año negro es lo que la lectura diaria de las noticias nos puede ayudar a prever. En lo que han durado dos latidos del corazón del feed de Europa Press han aflorado sendos dos soplidos, Isofotón y Edesa, que conforman la realidad de un país roto por la inseguridad laboral. Yo mismo lo he vivido en mis carnes este año otra vez. No quedarme sin trabajo, pero si convivir con la incertidumbre de saber si vas a cobrar al mes siguiente. Es desolador saberse tan desprotegido. Y terrible comprobar que no se es el único que padece de ese mal. Ni siquiera entre la familia.

Cada vez más, esas Navidades llenas de ojos iluminados por la ilusión de unos niños que esperan ansiosos sus juguetes pierde fuelle para decaer en otras en las que esos mismos niños maduran prematuramente, se convierten a pasos agigantados en adultos y pierden la oportunidad de experimentar la fantasía de un mundo sin preocupaciones. Lo veo a diario. Niños que hablan del dinero como si de bob esponja se tratara. Niños que en su prematura madurez resuelven categóricamente que no necesitan de regalos para sentirse especiales. Y a su lado padres, que rotos por el dolor, agradecen esas frases con unas lágrimas que no logran eliminar la rabia de saber que con ellas se esfuma la poca magia navideña que quedaba en sus hogares.

Supongo que es la crisis. Pero maldita sea la crisis.

Cada año servidor, y seguramente todos ustedes coincidan conmigo en esto, se ve apabullado por decenas de artículos que redundan en la no celebración de las fiestas navideñas. Al menos, no en su vertiente religiosa. Como las lluvias en Abril, nunca son fortuitos nuestros encuentros con dichos sermones, aunque no por ello dejan de ser desconcertantes. Son reiterativos en cuestiones que para nuestros adentros ya tenemos claras. Difícilmente vamos a cambiar de opinión al respecto. Poco más que lo único que se puede conseguir con dichas redacciones es un encontronazo con los lectores. Una parte al menos. Incluidos, y me pongo en primera fila, quienes sin tener a día de hoy muy claro si lo son o no, carecemos de la necesidad de avasallar a quienes sí lo son por convicción. Por supuesto tampoco respecto de los del otro lado.

Cada año servidor se empeña en hacerse las mismas preguntas. Y cada año, servidor como la inmensa mayoría de la humanidad, continúa sin encontrar su particular respuesta. Tal vez sea ello porque la respuesta, dentro de la simplicidad del concepto, constituya uno de los más complejos enigmas a los que la humanidad se enfrentará jamás. Tanto si existe Dios como si no, el hombre vivirá del mismo modo. Pero cuando la llegada de la muerte está próxima las cosas cambian. Ya no son tan seguras las certezas. Ya no hay consuelo en el ateísmo. 

Supongo que para quienes no crean, los momentos anteriores al fenecimiento deben ser los más angustiosos de toda su vida. Y aunque consigan llegar con la convicción intacta hasta el final, hasta esos segundos antes de saberse cercanos a la respuesta de la mayor de las preguntas de la humanidad, la sapiencia de que nunca podrán volver para contarlo, con un Dios de por medio o sin él, debe ser enloquecedora. Vivir a sabiendas de que la única meta es un final tan concreto e indefectiblemente invariable es posible. Enfrentarse a ese final sin anhelar haber estado equivocado toda esa vida, improbable. Y ahí creo que tiene ganada la batalla la Fe.

A mi particularmente estas preguntas no han hecho más que complicarme las respuestas. Yo llegué a la conclusión, viendo la complejidad del universo que nos rodea y atendiendo a la evolución de las especies del único planeta con vida que conocemos, de que moriría sin saber a ciencia cierta cual era la respuesta verdadera. Ni siquiera la llegada de un platillo volante a la Tierra me serviría para acotar las variables de dicho pensamiento, sino más bien las contrario, las multiplicaría. Si fuimos creados por alienígenas, ¿quién los creó a ellos? Y si no lo fuimos, ¿cómo es que los escarabajos siguen siendo escarabajos tras tantos millones de años de existencia? 

En esta segunda pregunta, para los que no sepan leer entre líneas, va implícita una falla en la teoría de la evolución. La no existencia de extraterrestres no implica que Dios exista. Podríamos ser también la primera civilización del universo. Por poder podríamos suponerlo, e incluso nadie nos lo podría negar. Y así se podría explicar que no encontráramos vida y seguir manteniendo que Dios no existe. Seguiríamos esperando respuestas de una teoría. 

Como teoría, la del Big Bang es la más extendida para explicar el universo. Ni siquiera la Iglesia la desecha puesto que tiene margen para poner a Dios en el centro de la creación. Al fin y al cabo alguien debió de hacer petar aquella molécula para que explosionara el universo entero en expansión. Más complicado es añadir el Big Crunch. Big Bang y Big Crunch alternos. Uno después del otro en una secuencia infinita. Y después de aseverar eso, una sencilla pregunta que seguiría sin respuesta ¿Cuantas veces habría ocurrido cada uno de ellos a día de hoy? Otro callejón sin salida. Con o sin teorías las respuestas nunca serán claras.

Supongo que tanto los que creen como los que no, sencillamente han puesto un fin distinto en sus prioridades. Vivir sin miedo ni ataduras esperando ser consecuentes en su último aliento. O vivir esperando la eternidad rigiéndose por lo que un libro dice. Ambos dos pensamientos esperan sin remedio el encontronazo con la verdad. Una verdad de la que nunca seremos partícipes. Una verdad que acabaremos por desentrañar tanto si queremos como si no. 

Personalmente creo que es mejor vivir y dejar vivir. Intentar hacer las cosas bien sin pensar demasiado en la muerte. Olvidarla hasta que su llegada sea irremediable. Enfrentarla y decidir en el último segundo según nuestra experiencia personal. ¿Para qué entonces malgastar tiempo en atacar a unos y otros? Yo prefiero abstenerme de leerlos. Me quedo con mis pensamientos, mis certezas y todas las dudas que las preguntas me permiten abarcar.

Un regalito para este fantástico día de Navidad
A veces pienso que estamos condenados a vivir en un déjà vu perpetuo. Un día de la marmota interminable. Un desolador futuro repetitivo en el que lo normal es descubrir la penicilina cada cinco o diez años. Uno puede comprender que el ciudadano de a pie caiga en esa reiteración sin turbarse lo más mínimo. Lo que no llego a concebir es que esa falla sea cometida por quienes se supone nos han de llevar al conocimiento de la actualidad. Me recuerda el artículo de Rosario G. Gomez para El País, a aquellas disquisiciones blogueras que antaño super poblaran los contenidos de la blogosfera con idealizaciones, debates y convicciones etéreas que nada, salvo autobombo, concedieron a dicha comunidad cibernauta.

En ese mismo periódico, Juan Luis Cebrián publicaba el 4 de Mayo de 2012, una cuarta página en conmemoración de los 36 años del nacimiento de dicho medio, en la que abogaba por la necesidad de un periodismo que pudiera ejercer de filtro entre la noticia veraz y el flujo de información sin contrastar que la Red podía proporcionar al ciudadano anónimo. Un periodismo profesional que ejerciera de policía de tráfico en la información. Una especie de marca de calidad que permitiera al ciudadano poder confiar, a su visión, ciegamente en que lo leído era verdadero. Pedía rigor y transparencia en el periodismo y lo emplazaba a suplir el liderazdo que se estaba demostrando inexistente entre los políticos.

Rosario reflexiona hoy sobre la necesidad o no de la opinión en el periodismo. En ese mismo artículo Ana Azurmendi, profesora de derechod e la información de la Universidad de Navarra, expone de forma magistral cómo de infructuoso podría llegar a ser el intento de sesgar la opinión de la información con un simple planteamiento; "las imágenes que acompañan una crónica, los hechos que se seleccionan en ella, su secuencia, la manera de contar, son el rastro personal-subjetivo de quien relata", mientras que Elena Real, vicedecana de la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense, establece unos parámetros claramente encontrados; "El periodista y el periodismo solo pueden ser militantes en lo que concierne a los derechos humanos. Lo demás sobra. Obviamente, en géneros como la opinión, uno puede ya retratarse ideológicamente, sin faltar al respeto ni mentir sobre lo que conocemos. En la información, jamás".

La diferencia temporal de los artículos de Cebrián y Rosario dista de poco más de año y medio. A ellos dos les podríamos sumar centenares de artículos de otros medios que han divagado inútilmente en la misma retórica. Tal vez nos hubiesen podido ahorrar tanto autobombo con la simple lectura del artículo de Jordi Pérez Colomé para Jot Down titulado "Por un periodismo sin rollos". Como dice Jordi; "El periodismo seguirá; los rollos de los periodistas son solo una parte insignificante".

En mi opinión, la guerra entre los defensores del periodismo edulcorado y quienes creemos en la información plana seguirá por los eternos. Cada cual conseguirá mantener intactas sus razones por muy elocuentes que sean las pruebas presentadas por su contrincante. Continuará, y perdónenme ustedes por la metáfora, como esos dos millones y poco de Españoles que realmente son decisivos en las elecciones. Dos millones y poco que varían su voto en función de lo que ven y que no se lo otorgan al partido político de turno como si de un equipo de fútbol se tratara. Esos dos millones de ciudadanos que han puesto y quitado gobiernos de verdad en esta pequeña democracia Española.

Eso sí, me desconsuela, como he dicho al principio, que estas divagaciones puramente onanistas hallan llegado a transformarse en artículos de periódico situados al mismo nivel que cualquier cosa que pueda ocurrir alrededor del mundo.
Tal vez hayan escuchado ustedes la cuña de radio esa en la que se nos recomienda hacernos extranjeros. La cuña en sí hace referencia a una web, hazteextranjero.com, en la que se nos ofrece la posibilidad de tramitar los papeles necesarios para convertirnos en extranjeros en nuestro propio país. Esto sonaría a guasa y hasta nos permitiría unas risas entre nosotros, si no fuera porque leyendo lo que uno lee por ahí, dicha decisión deja de situarse en la zona del cachondeo
para pasar a colocarse en la de 'necesidad vital'.

Verán. A un albañil de los de toda la vida, en paro desde hace unos años, se le ha retirado el subsidio que estaba cobrando porque un inspector de trabajo se presentó en casa de su hija (la del albañil) y se lo encontró allí haciendo lo que siempre hizo en su labor profesional sin que hubiere contrato ninguno que intermediara entre padre e hija. Padre e hija. Al mismo tiempo, Matas, ex presidente de Baleares, ha pedido el indulto alegando, y atiendan bien a lo que van a leer a continuación, que la pena de nueve meses de prisión por el delito de tráfico de influencias que pesa sobre él no serviría para su "reinserción social" y que esta condena "no resulta adecuada a la justicia, equidad y proporcionalidad". Relean de nuevo el alegato por favor y recuerden que esto sucede al mismo tiempo que se le retira la pensión a un albañil por hacer un trabajo en casa de su hija.

Alejándonos de las cuestiones legales y dejando de lado el hecho de si se le debe o no retirar el subsidio al pobre albañil, deberíamos centrarnos en una figura clave en toda esta pantomima que suele pasarnos desapercibida casi siempre; el inspector. Yo no pido que se perdone a los defraudadores. Tampoco que se inicie una caza de brujas mirando los ceros de las cuentas corrientes que convierta a los más ricos en los nuevos judíos del siglo veintiuno. Pero un poquito de por favor señores, un poco de humanidad. No hablamos de desfalcos millonarios. No hablamos de enriquecimientos desorbitados. Señores Inspectores que se dedican a saquear los bolsillos de los contribuyentes más humildes; hablamos de subsistencia básica. Algo que no se puede atribuir a Matas, por ejemplo, y que sin embargo goza de todas las garantías legales para permanecer en la calle sin preocupaciones.

Claro. Ahora me dirán que las mismas garantías que el albañil. Pues no. Al parecer el inspector le ha quitado la pensión y ha pasado por alto algunas cuestiones que podrían haber convertido el trabajo que estaba realizando el pobre señor en algo totalmente legal. Verán. Según la ley "no tendrán la consideración de trabajadores por cuenta ajena el cónyuge, los descendientes y ascendientes y demás parientes del empresario (el propietario de la vivienda no es considerado empresario), por consanguinidad o afinidad".

Piensen en las dos situaciones con detenimiento. Las comparaciones siempre son odiosas. Eso sí, hacerlas nos permite ver cuan necesaria es una regeneración total en este país de pandereta.
Imagen de ElDiario.es
Desde que el gobierno Valenciano adoptara la drástica medida de cerrar el canal autonómico, sus antiguos periodistas se han prodigado en la denuncia de lo que hasta minutos antes de hacerse pública dicha decisión se encargaron de encubrir; el choriceo, el mangoneo y la corrupción en su vertiente más tosca, arrabalera, burda, cerril, palurda, grosera, prosaica, zafia y vulgar. Han recordado de golpe y no sin antes perder su tan querida nómina, aquel código deontológico que, al igual que el valor a los soldados, se les suponía a los periodistas. Claro, si aún se les puede seguir llamando periodistas.
El caso es que desde hace unas semanas los periodistas de RTVV han pasado de ser consumadamente conservadores, algunos dirían que incluso ultraderechistas, ha convertirse en implacables altavoces contra la corrupción, la irrelevancia de la Comunidad Valenciana en el exterior, y la defensa de un idioma como el Valenciano que en sus bocas, en la humilde opinión de un servidor habitante de La Ribera de Xuquer, siempre le pareció impostado, artificial y retocado hasta el punto de llegar a no ser ni Catalán ni Valenciano. Es más, como máxima para acercar a los ciudadanos a sus posturas, se ha llegado incluso a esgrimir un provinciano, pueblerino y paleto argumento que han sido capaces de sintetizar en una simplona pregunta retórica ¿quién retransmitirá las fiestas de vuestro pueblo sin RTVV?

Lo cierto es que la lucha que mantienen tanto ellos como la oposición impide que vean el creciente sentir que a su alrededor comienza a germinar y que lejos de acompañarlos opta por un punto y aparte abrupto que eliminaría de facto casi todas las televisiones autonómicas. Incluso la oposición, en otro claro ejemplo de oportunismo político, juega sus bazas para recuperar un canal de propaganda que esta vez le sería fiel no por los dedazos para la colocación laboral, sino más bien por el deseo de venganza. Una jugada maestra.

Los Valencianos hemos sufrido de manos de nuestros políticos el saqueo, el aborregamiento y el adoctrinamiento supino de quienes, no sólo desde el poder sino también desde la oposición, nos han puesto frente a un espejo trucado de la realidad que no ha hecho más que envenenar nuestras mentes de superficialidades, pajas mentales y batallas lingüísticas. Lo han hecho juntos. Los unos y los otros. Da igual que Canal Nou tuviera más trabajadores que Tele5 Antena 3 y Cuatro juntas. Lo importante, almenos para ellos y quienes no saben más que loar a quienes les dan un trozo de teta del que mamar, es que gracias a sus 1800 trabajadores se hablaba Valenciano y se retransmitían las fiestas del pueblo. Esa es la realidad Valenciana señores. Esa es la triste y deplorable realidad.

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Madiba, luces y sombras

Imagen de South African History online
Sin duda hay muchas formas de avanzar en Democracia y sólo dos de llegar a ella. La una es la más democrática de todas, contar con el consenso ciudadano-político-militar. La otra la que protagonizó quien estos días copa la atención mediática mundial, Madiba. Dicha vía supone ubicarse en el mismo lado del cuadrilátero que todos aquellos que son declarados mundialmente anti-demócratas; los terroristas (Umkhonto we Sizwe). Una decisión complicada para un demócrata, sin duda, pero que cuenta con la salvaguarda de quien sabe a ciencia cierta que el mundo entero olvidará sus pecados si un día su estrategia sale victoriosa. Y este es el caso que nos ocupa. Muerto Madiba se lo santifica. Mucho antes de morir se lo absolvió de toda acción criminal por obra y gracia de la conciencia colectiva mundial y se lo nombró Premio Nobel de la Paz, echo que me recuerda a otro gran Presidente que hizo caer en semejante contradicción a tan altamente significada Institución.

No seré yo quien le niegue a Madiba la realidad de su logro, pero permitanme también negarme a secundar semejante absolución total. En mi humilde opinión, hay formas y formas de llegar a la democracia y la que él eligió es sin duda ninguna la peor de todas. Otra cosa es que tuviera siquiera posibilidad para elegir la forma de lograr la libertad para su pueblo. Y ahí es, cuando uno se hace esta simple pregunta, cuando comprende el porqué del olvido mundial de sus actos.
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Música para el puente #JossStone


Puede que si un día alguien decidiera darle un repaso al blog para sacar una conclusión sobre su autor, con sus palabras plasmadas por aquí como única referencia, terminara para asumir que servidor no fue más que un talibán de la crítica al periodismo. En cierto modo no iría desencaminado. Baste con leer un poco al azar para darse cuenta de que cualquier otra conclusión sería errónea. Y no es que uno naciera con semejante animadversión hacia el periodista, sino que más bien fue un truculento viaje a ninguna parte de la mano de quienes, con sus palabras y reportajes, manipularon y omitieron informaciones con el único fin de convertirse en catalizadores de opinión y creadores de tendencia electoral los que me llevaron a la situación actual.
Foto de Jot Down
Servidor se sorprende al descubrir cuan sencillo sería para sí reconciliarse con un colectivo como el periodístico si, por casualidad, todos sus representantes aceptaran sincerarse como lo hace Leila Guerreiro en una entrevista para Jot Down. Y aún así a quien aquí escribe le preocupa que incluso esa aparente sinceridad no sea más que una pose más en la estudiada presentación en sociedad de quien vive sin duda del aura de independencia que exhibe. Y ahí radica, en mi modesta opinión, la tristeza del momento crítico que padece el periodismo en la actualidad.

Si ya ni de sus confesiones personales expuestas en una entrevista nos podemos fiar...