Al final va a ser cierto lo que siempre supusimos. Vivimos en democracia. Aunque la mayor parte del tiempo nos veamos arrastrados por la vehemencia de quienes hastiados de no conseguir el modelo de país que sueñan, se empeñan en desvirtuar el pequeño tesoro que tenemos proclamando que existimos en una especie de segunda parte de la dictadura franquista. Incluso quienes se empeñan en poner el acento en aquello de que PP y PSOE son la misma cosa, y que con esas siempre han mandado los mismos en los cuarenta años de democracia que llevamos, quedan desacreditados al observar unos resultados electorales que por primera vez han propuesto una foto fija que acaba con el bipartidismo. Y eso sin que haya mediado revolución bolivariana alguna de por medio. Un cambio impulsado por el voto activo de quienes hasta hoy sencillamente decidieron no jugar al juego democrático y por ende, personalmente erijo en únicos culpables de la perpetuación de según que políticos en el poder durante todos estos años.

Ahora por el whatsapp me llegan unas cuantas imágenes de burla con motivo de la abdicación del Rey. Más motivos pues para reconocer que sí vivimos en una democracia y que lo que algunos iluminados nos cuentan, día sí y día también, no es más que producto de la rabia que les reconcome al entender que sencillamente se mantienen alejados de las cotas de poder, únicamente porque no han conseguido convencer a quienes tienen como potestad poner y derrocar gobiernos; los ciudadanos que activamente ejercen su derecho al voto. Porque como se ha demostrado en las Europeas de hace una semana, no ir a votar, abstenerse, o votar nulo, lejos de regenerar la política lo que provoca es un emponzoñamiento cíclico letal para las instituciones. Seguramente habrá mucho voto prestado socialista en Podemos, pero también hay una mayoría que antes de su aparición iría destinado a la abstención. Y esa es una lección que muchos en este país no deberían olvidar.