Hoy me desayuno con un nuevo término peyorativo, "social-liberalismo", destinado a quienes no comulgan con la visión que tienen algunos en el seno socialista, ya no del modelo territorial en que vivimos, cosa que comparto, sino del propio modelo de estado, y más aún, de la propia definición de socialismo. Sorprendentemente, más allá de indignarme he de reconocer que coincido en la mayoría de las cuestiones que esta mujer plantea. Aunque no en el cómo las resuelve claro.
Ana Barba, Primera secretaria de Alternativa Socialista,
co-responsable de las áreas de Mujer, Medio Ambiente y Ciencia.
Ella exige una república. Yo lo secundo. Así es, yo siempre fui más Juancarlista que monárquico. Pero si bien ella va en el camino de una república fereral, yo en cambio abogo más por una república a la francesa, centralizada, que otorgue al gobierno votado por todos los Españoles de todo el poder constitucional para exigir que todos y cada uno de los ciudadanos sea igual sin posibilidad de discriminación en cualquier rincón de España.

Es una diferencia ésta sustancial que ella no aborda. Pide poder votar una república ignorando que tal vez ahora quienes votaran no sólo quisieran hacerlo sobre el techo del poder, la forma de estado, sino también sobre los escalones intermedios, las autonomías. No es lo mismo una república a la Americana que una a la Francesa. Y sobre eso, y los sobre-costes que el autonomismo tiene sobre los bolsillos de los ciudadanos, también habría que decir algo. 

Pero claro, hay políticos que hacen de la nomenglatura misma un discurso, olvidando que el nombre no es la solución, y sí su forma. Y ataca así el periodo constituyente de nuestro país, olvidando que si bien es cierto que ninguna Constitución debe ser inamovible, también lo debe ser que su modificación eswté garantizada por un amplio consenso.

Hoy Ana Barba se luce en el diario Público. Y lo hace repartiendo a diestro y siniestro, como si fuese una infiltrada de Podemos en el partido Socialista, arremetiendo contra lo que sus propios compañeros deciden ser en votación democrática y acuñando nuevas etiquetas que acompañen al tan mentado neo-liberalismo tradicional de la derecha.

Yo soy partidario de un cambio. Pero se que vivo en una democracia y por eso acepto lo que los demás han decidido votar. Me hace eso menos demócrata que a los demás. Yo creo que no, entre otras cosas porque estando en desacuerdo con la forma de estado, no gasto mis energías enervando a mis conciudadanos para que sientan asco del país en el que viven.

Se lo deberían mirar en el partido socialista. Una cosa es estar en desacuerdo con la políticas de un gobierno democrático, y otra cargar contra el pasado inmediato de toda una nación en un intento de destruir cualquier legitimación democrática que pudieran tener las últimas elecciones legislativas.

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