París y Berlín, o lo que es lo mismo, Francia y Alemania, han dado un paso más en la inevitable cohesión Europea al anunciar, que de hoy en adelante, sus embajadas podrán representarse mutuamente en algunas cuestiones de carácter internacional cuyo interés mutuo quede acreditado. Eso, que pudiera parecer nimio, es a mi entender un paso de gigante de integración política que va más allá de lo que pudiera representar una unión bancaria europea al uso, como la que desde hace unos años se demanda desde los sectores más críticos a los recortes de gobiernos y administraciones, ya que si bien ésta última trataría tan solo problemas económicos, la decisión de los gobiernos Francés y Alemán camina en la verdadera dirección de una unión política europea real y efectiva.

Una unión política europea atajaría eficazmente problemas como el Catalán, cuya ciudadanía, puesta ante la disyuntiva de ser europea o catalana, debería repensarse aquello de ser diferente para todo y quedar fuera de una Unión Eropea, dentro de cuyas fronteras serían absurdos los nacionalismos ya que serían cosa de pasado, o admitir que el tiempo de la diferenciación absurda e inventada ha terminado.

Por mi, yo preferiría que persistieran en su obcecación. Nunca me gustaron los que sólo buscaron diferencias para permitirse poder mirarte por encima del hombro. Y en eso, los Catalanes, son los maestros del mundo mundial.

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