En este semestre de presidencia Europea, el Presi ha aprendido varias lecciones que le ayudarán a sobrevivir en lo que le queda de legislatura. Una de ellas, sin duda alguna, es la de relativizar los asuntos que comprometen sus pasadas decisiones.

"La soledad del poder consiste en saber que éste es siempre el último teléfono que suena. Y que yo tengo que decidir. No puedo trasladar la decisión a una instancia superior."

Esta frase la dijo hace unos cuantos años Felipe González, según tengo entendido, y la misma fue grabada a sangre y fuego en la piel, tanto de Aznar hace unos años, como ahora en la de Rodríguez Zapatero.

Pero hay una cosa que antes nunca pasó y que es, desde ya, cosecha de nuestro actual presidente del gobierno.

Si para Aznar y Felipe, su teléfono era el último al que se podía llamar porque éste estaba en la cúspide de poder de la Nación, con Jose Luis las cosas cambiaron para siempre y éste pasó, de estar sentado tranquilamente en la poltrona de poder, ha situarse en una zona intermedia en la que su teléfono dejó de ser el último que sonaba.

Pensó Jose Luis que sus decisiones no las podía modificar nadie porque él era la salvaguarda de los Derechos Sociales y sonó por primera vez su teléfono de la Moncloa con una voz grave de negro pálido que le conminó a atarse las tijeras a las manos y empezar con los recortes que nunca se decidió a realizar.

Pero no solo eso. Tras esa fatídica llamada, que se convirtió en el fin de la independencia de un país, llegaron más y más llamadas de otros tantos presidentes a los que los ciudadanos nunca elegimos, pero que irremediablemente se convirtieron en nuestros presidentes consortes.

Llamó una mujer que hablaba Alemán, que recordaba muy bien las opiniones de nuestro presidente en su carrera electoral de hacía unos años, y lo puso a caer de un burro. Sus periódicos atacaban a nuestra credibilidad económica y ella, muy puesta en sí misma, sonreía mientras se deleitaba con la vergüenza ajena que le producía el estado catatónico de nuestro presi días antes de pasar a la historia como el que mayores recortes sociales trajo en una sola legislatura. Merkel creo que se llamaba. Presidenta de uno de aquellos antes mentados países que conformaban la verdadera Europa.

Más tarde llamó una afrancesado con complejo de enano (a lo largo de la historia la humanidad ha aprendido que tiene que cuidarse y mucho de este tipo de personajes) que también recordaba los disparates que en época de bonanza le dedicó nuestro presi en plena campaña electoral Francesa. Ya saben, el Presi nunca tuvo buen ojo para estas cosas. Y ante el despropósito que nuestro presidente iba a realizar se descojonaba mientras le decía al oído: ‘¿No eras tú el que quería volver a Europa?’.

Hemos vuelto a Europa Presi.

Lo malo es que hemos vuelto en un Universo paralelo en el que quienes mandan en su corazón ya no son rojos ni de izquierdas, sino economistas con un corazón de piedra que a las primeras de cambio nos han dado dos ostias bien dadas y nos han puesto mirando pa Cuenca.

Fuera, fuera, ladrones de naciones,
guardianes de la cúpula banquera,
chuecas del capital y sus doblones:
¡fuera! ¡fuera!

Qué lejos quedan aquellos versos de Miguel Hernández...

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