Ayer coincidí con un conocido político de mi ciudad en un centro comercial de un pueblo vecino. El susodicho no es ni más ni menos que el tantas veces criticado por mi Josep Bermúdez. ¿Y saben una cosa? Es un tío normal. Hasta se sorprendió de que lo conociera siendo como es que pone su imagen al servicio de su partido y su fotografía en su blog, Facebook y twitter. Un tío normal que ayer iba hacia una reunión en pleno Sábado tarde para tratar un asunto relacionado con el agua. Eso dijo. Un Sábado por la tarde.

Este hecho hizo que viera desde otro prisma a los políticos y me empezara a convencer de que en realidad la culpa de que sintamos a los políticos como uno de los principales problemas de la ciudadanía reside únicamente en su incapacidad manifiesta para hacer llegar a ésta su sacrificada labor. Han leído bien, sacrificada. Ya me dirán qué calificativo debería tener el hecho de trabajar un Sábado por la tarde si no es ese…

A mi las ideas de Josep Bermúdez no me gustan. Tampoco su formación política y la reminiscencia de la que nace. Pero una vez apartadas de la foto fija todas estas cuestiones y con la sola imagen del ciudadano llano que se nos presenta como político que desea nuestro voto, deberíamos de confesar que hasta el más contrario a nuestras convicciones podría llegar a caernos bien. Al fin y al cabo no es más que otro ser humano que ha decidido dejar de esconderse tras una urna cada cuatro años y pasar a la primera línea a sabiendas de que de ahora en adelante cualquier cosa que haga o diga será de dominio público. Si eso es así, y lo es al menos por mi parte, ¿por qué tanta inquina, desafección y odio hacia otras personas que sólo han decidido dedicarse al servicio público?

Pues por la incapacidad de estos de enseñarnos su labor al resto de ciudadanos. Por su corporativismo a la hora de defenderse de casos de corrupción. Su empecinamiento en criticar cualquier cosa que venga del bando contrario. O ignorar deliberadamente las cosas buenas que les puedan llegar desde él. Cada vez que omiten un acuerdo germina más discordia ciudadana. Con cada media verdad la desconfianza. Con cada golpe de falso victimismo el odio hacia su labor.

Miramos a los bancos y los culpamos de la crisis. Miramos a los políticos y también. Los bancos no van a cambiar. Así que puede que la pelota del cambio esté situada en el tejado de los segundos. Si consiguen que confiemos en ellos, que entendamos su labor, que apreciemos su sacrificio, tal vez las cosas comiencen a cambiar para mejor.

Es cierto, hoy he hablado de un concejal de pueblo. Pero recuerden que es uno que está en las antípodas de mi ideario. Dirán que es sencillo hacer que alguien tan contrario a tus ideas te parezca persona cuando sabes que puedes coincidir con él cualquier día en una tienda de barrio. Es cierto. Pero es desde ahí y a partir de ellos desde donde está la cura para el mal de los políticos. A los de arriba se los pone desde abajo. Ni Rajoy, ni Rubalcaba, ni Cayo Lara, ni Rosa Diez nacieron siendo líderes sociales. También ellos comenzaron su andadura política como miembros de base y fueron ciudadanos como Josep Bermúdez quienes los auparon en sus respectivos partidos hasta el lugar en el que se encuentran.

Todos sabemos que el problema de los políticos, si somos sinceros con nosotros mismos, reside en que deben muchos favores a ciudadanos como Josep. Cuanto más alto se llega mayor es el coste que tienen los apoyos. Y cuanto mayor es el poder al que se aspira superior el lobbies del que se saben deudores. Ahí reside su problema. Sus deudas particulares. Las deudas que al final siempre acabamos pagando los ciudadanos.

1 Comentarios:

    No estés seguro de que ningún tío es normal hasta no verlo en la intimidad... luego define "normal".

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