Desde que comenzara mi aventura bloguera he tenido la sensación de que elegía mi camino arrastrado por la marabunta que me rodeaba. Mi visión del mundo blogueril se limitó por tanto a la reducida visión de una forma de revolución ciudadana con dos enemigos concretos; los medios de comunicación alineados a partidos políticos y los propios partidos con sus descomunales aparatos. Hoy en día creo sinceramente que la batalla la hemos perdido. Los periodistas que en aquel entonces se desgañitaban lanzando pestes sobre los bloguers, hoy son reconocidos gurús mediáticos de éstos y no sólo han pasado a convertirse en referencia de la opinión en este mundillo, sino que además han encabezado la revolución dospuntocerista de la mano de Twitter.

Estos periodistas hacen de los hasgtags una herramienta desde la cual conseguir más adeptos a sus particulares visiones de la opinión, convencen y transforman a sus oyentes, televidentes y lectores en voceros desinteresados de unos mensajes que les han sido dictados a la luz de una vela en un cuarto oscuro cualquiera de la tercera planta de la casa política a la que pertenecen y han logrado convertir lo que bien podría haber supuesto el fin de la mentira en la que vivimos en nada menos que su más garante seguro de vida.

Desde hace meses me cuesta un trabajo insufrible ponerme a expresar mis opiniones por aquí. Cada vez que alguien decide responder a una de mis opiniones con una retahíla de mensajes pre-aprendidos me convenzo un poco más de que es inútil perseverar en la obcecación. La mayoría dice leer varios periódicos al día. Yo no lo creo. No se puede leer El Mundo, El País, La Razón, Público o el ABC en un día y después mantener el dedo acusador en una misma dirección de forma inalterable. Es imposible que alguien que lea al menos dos de estos periódicos pueda mantenerse seguro de nada cuanto crea  que ha aprendido leyéndolos. Es utópico que el dedo permanezca perennemente acusador en una misma dirección sin que la sombra de la duda haga acto de presencia en el subconsciente de cualquiera que adopte la estrafalaria determinación de traicionar a su línea editorial con la contraria. La duda debería ser buena, sana, necesaria, y sin embargo para la mayoría supone más debilidad que inteligencia. Hasta ahí nos ha llegado la mierda.

Decía Alfred Marshall que toda frase breve acerca de la economía es intrínsecamente falsa. Yo lo creo. Cualquier frase que reduzca su tamaño para intentar ser comprendida pierde muchos de los matices que le dan forma. La economía, la política, la opinión, no se pueden contar con frases cortas que desvirtúen su significado. Han de ser largas, avezadas en su explayado, simples en su conjunción. Pero no cortas. Tal vez por eso en un principio no me gustó la herramienta del pajarito. Era demasiado evidente que la tendencia de los blogs hacia Twitter desvirtuaría su contenido hasta reducirlo a los ciento cuarenta caracteres que nunca han alcanzado para resumir más que el sonido de una ventosidad salida de las nalgas. Y la evolución de este mundillo del que me reconozco desengañado ha derivado en un silencio sepulcral en uno de sus pilares para pasar a convertirse en un sencillo escaparate de titulares al que rara vez le sigue la lectura de un artículo. El silencio de los blogs se ha convertido en un ruido estruendoso en la relampagueantes manos de twitter y demás redes sociales.

Ya no hay conversación, tan solo eco. Y el eco, como los mensajes pre-aprendidos , no es más que otro de los ruidos que debemos rehuir para conseguir permanecer informados de forma veraz y efectiva.

1 Comentarios:

    Qué puedo hacer aparte de dejarte mis felicitaciones?
    Alegrarme no podría. El sistema que domina el mundo, la realidad política-social-económica y cultural que nos contiene posee una inercia imprecionante, como un gel que nos permitiera movernos a veces con cierta agilidad, pero que pronto cansa nuestros miembros al tiempo que retorna a su pòsición inicial.
    Solo volver a felicitarte por tu honestidad.

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