Lo de Siria no es sencillo de digerir para nadie. Es complicado decidirse por un bando cuando lo que uno atisba no es una guerra entre víctimas y verdugos, por muchas armas químicas que se lancen unos a otros, sino más bien entre partidarios de dictaduras militares y Yihadistas amantes del Islamismo radical. Así de sencillo. La muestra de Egipto con sus Hermanos Musulmanes y los militares salva-patrias es esclarecedora y perturbadoramente premonitoria.  Aún así la comunidad internacional necesita ofrecerse a sí misma una imagen de mano dura en defensa de los derechos humanos, que puede dar lugar al nacimiento de una nueva Irán. Objetivo último que no era sino la estación de llegada del tren que los Hermanos musulmanes habían puesto en marcha para la hasta ayer dictadura militar de Mubarak. Es así de sencillo y complicado a la vez.

No hay buenos y malos en los conflictos que han deparado las primaveras árabes, sino más bien ciudadanos que viven en la amenaza diaria, con índices de escolaridad tercermundistas, y en sociedades que no distinguen entre política y religión. Sociedades y ciudadanos que viven sometidos a creencias religiosas de puertas para adentro. Ciudadanos que disfrutan de la libertad religiosa en las calles a punta de pistola. De nuevo Egipto con Mubarak y Siria con Bashar Al-Asad son dos muestras fidedignas de esto último. Y así las cosas, ¿Cómo pretenden que un sencillo ciudadano como yo me decida por uno u otro bando?

Ni yo ni ninguno de los que se prestan a pregonar las soflamas a favor de una u otra postura, podemos hacernos idea alguna de lo que los ciudadanos de esos países quieren para sí mismos. Digo más, ni siquiera se si ellos con sus votos son capaces de elegir lo que es verdaderamente bueno para ellos y sus familias. Tristemente Egipto vuelve a mostrarse como una prueba de ello. Y más aún, no podemos esperar que en países en donde el retraso en lo referente a los derechos humanos es tan descomunal, florezca de la noche a la mañana una democracia como la nuestra. Ni siquiera una que se parezca lejanamente a ella. Y menos aún una en la que la religión, con la que conviven a diario todos sus ciudadanos y bajo la que rigen sus míseras vidas, acabe relegada a un segundo plano y se aleje sumisa del poder establecido.

Ganen unos u otros, y eso lo saben incluso los que quieren bombardear ese país como demuestra que ni siquiera contemplen armar a los rebeldes, perderán los ciudadanos que se esconden de las balas. En países en los que el concepto de democracia se atiende sólo como vía internacionalmente aceptada para institucionalizar una Sharia medieval, los ciudadanos analfabetos a los que se les pide el voto suelen estar debidamente adiestrados en mezquitas y demás lugares de culto. Con ciudadanos que no son capaces de discernir entre religión y política una democracia no es tal. Y los mismos, aún con la libertad religiosa que les ofrece la dictadura, coexisten sumisos con la falta de derechos fundamentales.

Un ciudadano, en sus cabales, no puede estar ni con unos ni con otros. Y sin embargo, ya ven, nos piden a través de sus megáfonos a sueldo y bajo proclamas interesadas un apoyo que, si de nuestros destinos se tratara, no podríamos otorgar.

3 Comentarios:

    Tienes toda la razón Antonio, tristemente esa es la realidad pero sí que tengo clara una cosa y es que no se puede seguir masacrando a la población civil, donde los que se llevan la peor parte son los niños!!!
    Un abrazo y feliz fin de semana,

    Cierto, pero aún así no podemos saber cómo acertar en este asunto.

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