Pareciera como si siempre hubiésemos vivido en una mentira. Pareciera como si la verdad nunca hubiere estado destinada a residir en nuestros oídos. Pareciera como si nunca hubiéremos estado informados. La opinión, siendo como fue siempre motor imprescindible para la regeneración democrática para un servidor, ha acabo por convertirse en un motivo más de distanciamiento entre ciudadanos y políticos, periodistas y medios de comunicación en general.

Si para algo han servido las nuevas tecnologías ha sido, sin duda ninguna, para destaparnos los ojos y aprender por las bravas que la imparcialidad no es más que un concepto imposible como lo es el infinito en las matemáticas. Da igual que lado del espectro político habiten los comunicadores de opinión, para ellos su lado siempre será el bueno y todos gritaran a voz en pecho en defensa de la libertad de expresión, las verdades sin cortapisas y la honradez de los comunicantes.

Es, sencillamente, el precio a pagar por vivir en la burbuja de la falsa libertad del periodista.

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