Siempre hay un punto de inflexión en el que cualquiera es capaz de cambiar su forma de pensar. Un punto en el que sin necesidad de traicionar todo cuanto defendió, abraza la posibilidad de un cambio de opinión. Un momento en el que lícitamente puede renegar de lo dicho y apuntarse a otro carro sin que ello reduzca en manera alguna su credibilidad o capacidad de raciocinio. Lo complicado, en todo caso, es llegar a reconocer ese punto.

Ese punto de inflexión es importante. Mucho más si tenemos en cuenta que la mayoría de la información que hoy consume el usuario medio está compuesta cuasi exclusivamente por opinión, subjetivismo y pancartería. Por tanto, la necesidad que tenemos de reconocer ese momento en el que las cosas ya no son como hacía unos instantes, adquiere una importancia inusitada. Es básica para poder decidir qué periodista se empecina en remar contra corriente y cual no lo hace. Y es que, ya que nos tenemos que fiar de la opinión para mantenernos informados, más nos vale aprender a diferenciar entre periodistas que leen lo que ocurre en el mundo y los que sencillamente cuentan cómo les gustaría que estuviera el mundo.

Es triste ver como quienes nos deberían informar no son capaces de reconocer ese momento. 

0 Comentarios:

Publicar un comentario