La inmigración es un tema espinoso que obliga al ciudadano a enfrentarse a un dilema moral. La aceptación de unas leyes que restringen la entrada y salida de ciudadanos del mundo, o la apertura de fronteras sin pensar en el coste económico y social que dicha decisión supondría en un futuro cercano. Ambas dos decisiones tienen pros y contras, pero sólo una es aceptable si ponemos nuestra propia humanidad por delante de nuestro interés particular. Y aún así, no podemos olvidar que tal vez el mismo debate que se abre con las dos primeras líneas de este post, no sea nada más que un efímero equívoco motivado por la omisión de la realidad informativa; nosotros, como ciudadanos Españoles, no podemos ser los responsables de la migración de todo un continente africano sumido en la hambruna, la corrupción y el tercermundismo.

Es cierto que las fronteras africanas de nuestro país son nuestras. Pero también lo son de la Unión Europea. ¿Qué pensarían los Alemanes si en lugar de defender nuestras fronteras, dejáramos pasar a todos los inmigrantes y acto seguido les fletáramos autobuses para, como buenos europeos, repartirlos por sus ciudades y así compartir la carga social que representa la inmigración africana? Seguramente no estuvieran muy de acuerdo. Y tal vez fuese ese toque de atención el que muchas democracias europeas necesitasen para enfrentarse de verdad al problema que nos asedia y que tan demagógicamente despachan desde miles de kilómetros de distancia. 

No podemos flagelarnos tan solo por vivir cerca de una frontera convertida en acantilado humano. No podemos fustigarnos por cuestiones que como ciudadanos están más allá de nuestra capacidad de acción. No podemos y no debemos someternos a la insidia de convertirnos en culpables del hambre de otros. Humanamente no podemos recriminarnos vivir donde nacimos, aunque sí exigir que quienes nos gobiernan hagan llegar las ayudas que nuestros países, o sea nosotros con nuestros impuestos, ofrecen a los países en desarrollo lleguen a su destino íntegramente.



Antes de preocuparnos en buscar culpables entre nuestra propia gente, deberíamos poner el punto de mira no sólo en los gobernantes de los países de procedencia de quienes desfallecen a las puertas de nuestro país, sino también deberíamos poner el ojo en las organizaciones mundiales responsables del reparto de esos fondos para el desarrollo y en quienes deberían asegurarse de que cada kilo de arroz, leche o verdura que se enviara para combatir el hambre llegara a los estómagos de los que padecen las hambrunas y no a almacenes gubernamentales que después venden dicha mercacía a sus propios ciudadanos.

Humanamente debemos revelarnos por lo que ocurre, pero debemos preguntarnos a nosotros mismos qué nivel de responsabilidad estamos dispuestos a asumir y cual le hemos de pedir a los que realmente sí tienen capacidad de acción para afrontar este terrible problema.

2 Comentarios:

    creo mi estimado que a tu tan genial publicacion le falto aderezarla con la forma en como el mismo gobierno y la misma sociedad presionan y arrojan a los civiles que se supone son de su misma etnia a evadirse fisicamente de su horrenda realidad sin importar si eso conlleva ingresar fortuitamente a una nacion extranjera, sin embargo mi estimado debo recalcarte algo, este tema tan delicado como bien disertas, es el maquillaje favorito para las campañas fraudulentas de tantos politicos como naciones hay en el planeta, es un fenomeno social que si bien cada dia gana mas justificantes y atenuantes, puedo aseverarte que no sera algo que sea resuelto en el futuro en ninguno de sus 3 plazos (corto, mediano y largo), sin embargo comparto tu opinion aunque parezca que no vengo a leerte jamas, te dejo un abrazo, saludos a tu nene!!

    Crees bien, pero a lo que yo me quería referir con él era al dilema moral, al que desde ciertos sectores de la opinión de este país, se está intentando arrastrar a la ciudadanía tras unos desafortunados acontecimientos. Se está llegando a culpar a la policía de asesinato por la muerte de inmigrantes en el estrecho de gibraltar. Y además desde el norte de europa se nos está exigiendo un cuidado extremo en lo de los derechos humanos cuando ellos sencillamente se desentienden del tema.

    Aquí, en lugar de debatir, nos hemos puesto a culpar. Y al final ha recibido quien menos culpa tenía, nuestra Guardia Civil.

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