En la era en la que Twitter se destapó como la madre de todas las herramientas del ciber-activismo, esa que facilitaba la comunicación entre millones de usuarios para que estos se organizaran a la hora de decidir qué pasos debían seguir para planificar y ejecutar las más variopintas protestas cibernautas, servidor de ustedes no ha podido más que recordar a un buen amigo, que hace algo más de un año, denunció en su blog a esta misma herramienta por mantener en sus servidores cuentas de reconocidos pedófilos declarados (aún abiertas), ávidos de plantear a la sociedad falsos debates sobre la condición propia que los caracterizaba, la pedofilia, y la diferencia que había entre ellos y los pederastas propiamente dichos.

Nada para recordarnos a todos qué es esto de la pedofilia y la pederastia, como recordar aquel viejo vídeo que pusimos una vez en el blog y que tan cruel y real se tornó a los ojos de quienes no desean aceptar, que gente de semejante calaña, es nuestra compañera de viaje por este cibermundo activista en defensa de la solidaridad y los derechos humanos.


Pablo G.M., Monólogo de un pedófilo por CARLY-MARTINEZ

Siempre olvidamos que quienes ganan dinero poniendo a nuestra disposición estas herramientas, también están o deberían estar obligados a establecer una estrecha vigilancia sobre sus usuarios que facilitara, cuanto menos, que delitos tan crueles como lo son aquellos que afectan a los niños, pudieran ser atajados de forma instantánea poniendo a disposición judicial a cuanto delincuente se pusiera a tiro de la policía en cualquier país del mundo.

Lo malo es que siempre vitoreamos este tipo de herramientas por haber sido el hilo conductor de alguna que otra revolución (cosa que sinceramente dudo) y olvidamos demasiado rápido su responsabilidad en lo referente a las trabas que éstas ponen a la hora de perseguir a los delincuentes que las utilizan para comunicarse con los demás depravados que cohabitan con nosotros por este mundillo. Demasiado rápido perdonamos las faltas de quienes ganan dinero a espuertas gracias a nuestro reconocimiento.

Pareciera que algunas veces tuviésemos memoria de pez. Pareciera que prefiriéramos olvidarlo para creer que aquello no existe. Gracias a lo que haya que dárselas, siempre habrá alguien que de vez en cuando nos recuerde que los que creemos buenos no lo son tanto.

Al menos que sirva ello para poner a cada cual en su lugar.

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