ElMosquitero

Leía hace un momento a Carlos en su blog y me reconfortaba comprobar que aún existen personas cuya máxima aspiración es expresarse y opinar sobre lo que ocurre sin necesidad de servilismo alguno al poder. Personas que se sienten librepensadoras y que por ello son empitonadas por sus supuestos compañeros de viaje porque un día decidieron que quien los guiaba no es que lo estuviera haciendo excesivamente bien.

Y digo más, periodistas sobre cuyas espaldas recae la hiriente desgracia de sentirse apestadas por todos, amigos y enemigos, al tiempo que quedan descolocados en el tablero de ajedrez mediático que definitivamente, y en en virtud a su querencia por decir lo que creen sin rebajarse a la consumación de felación alguna, sufren impotentes los insultos de quienes un día se llamaron correligionarios suyos.

Un librepensador es aquel que pone el ojo en lo que piensa que es caldo de cultivo de una crítica razonada. Aquel que huye despavorido de cualquier simplificación salvaje que transforme lo que debió ser una noticia u opinión certeras, en una pancarta escrita desde la bilis y atada a un palo que esclaviza a su portador y lo arrodilla a los dictámenes del aparato.

Tal vez sería hora de comenzar a clasificar a los periodistas en dos grupos bien selectos sin miedo alguno de generalizar; los que informan frente a los que venden propaganda. En ambos casos la diferenciación sería clara.

La soledad del librepensador es, quizás, la única forma de cerciorarse de que lo que uno hace está conforme con la realidad y la verdad informativas. La soledad que pudiera sentir Carlos hoy en día es, quizás, el mejor síntoma que demostrara que él, aún en las antípodas de mi propio pensamiento, es merecedor de toda la atención de un servidor de ustedes.