Acabo de decir por el twitter que iba a leer blogs. Al final, como evidencia la redacción de este post, mi primera intención ha naufragado en la marea de pensamientos atesorados, a lo largo de la semana, por esta cabecita mía que hace de quien esto escribe la persona que los demás advierten por la calle.

Se que es rimbombante la frase que os acabo de espetar en plena cara, pero es la consecuencia de padecer el mono del pulsador de teclas compulsivo. Ese en el que uno comienza a escribir mientras se gusta, al tiempo que condena al sufrido lector a una lluvia metafórica, fuera de lugar, que no hace más que rodear el tema que se supone iba a tratar sin llegar si quiera a rozarlo tangencialmente. Es lo que comúnmente se conoce como marear la perdiz para al final acabar diciendo lo mismo que si uno se hubiese cortado la lengua y arrojado ésta al mar; nada.

Vamos, como lo de la Merkel con los trabajos esos que se prometían; nada. Si no se sabe Alemán no hay posibilidades. Nada. Seiscientos mil puestos de trabajo y el presidente haciendo palmas con las orejas mientras veía de golpe y porrazo esfumarse de las listas que lleva colgadas del cuello a seiscientas mil almas de jóvenes preparados. Nada. Eso es lo que ha quedado al final; la más repugnante de las nadas.

Bueno eso y un montón de predisposiciones para aprender Alemán.

Pero seamos serios, el Alemán no es tan sencillo de aprender como el Inglés. Vale, tampoco el Inglés es sencillo. En realidad hay que ser un cerebrito para hacer que tu materia gris acepte nuevas palabras en su ya de por sí emperrada sesera. Además, de todos los que han decidido aprender Alemán en estas semanas, ninguno lo conseguirá. Recordemos durante cuantos años estudian Inglés en este país los que han de acabar la carrera universitaria y cuantos de ellos lo acaban hablando con acento de la Ribera (otro regionalismo típico de la Ribera Alta a la que pertenece mi pueblo, Algemesí); el noventa por cien.

Veintipocos años de clases de lengua extranjera tirados a la basura, por la sencilla razón que dice que los profesores no se saben poner el boli en la boca para pronunciar como Dios Protestante manda las sílabas que forman las palabras. Si ya lo decía mi profesor de inglés de la EGB; esto no se lee tal cual se escribe, sino que más bien se lee una cosa y se pronuncia como a uno le viene en gana…y a poder ser comiéndose alguna que otra letra, así parece uno nativo en lugar de indio.

¿Y quién no ha estudiado alemán en este país de analfabetos con cinco idiomas en el Parlamento? Nadie, solo unos pocos que un día sufrieron también como ustedes una calentura y pegaron la cabotá (expresión valenciana que significa aceptar algo sin pensárselo dos veces) aceptando la idea de algún iluminado que un día les dijo que eso de estudiar Alemán tenía futuro. Desde luego ese tipo era Rapel hecho carne. Lo malo es que de esos habrá, como mucho, cien o doscientos en todo este país.

¿Y para qué entonces tanto bombo y platillo a una iniciativa que de antemano se sabe que parirá un fracaso?

Pues sencillo. El presi la llamó fracasada justo antes de ganar las elecciones. Y las Alemanas guapas no serán, pero lo que se dice rencorosas sí que lo son un rato. Y esta al presi se la tiene jurada desde entonces. Y viene tan resabiada de tratar con el Francés, que a la Canciller no le afectan las serenatas rebosantes de amabilidades, sonrisas y embaucadoras miradas que el presi le destina. A ella sólo le importa el disfrute. Ver arrastrase por el fango a quien en su día la despreció desde su condenada poltrona Española.

Lo peor es que ahora llegan los Franceses. Han decidido que España en un caladero perfecto para pescar trabajadores dispuestos a hacer camas sabiendo Inglés. Lo disfrazan de trabajos temporales para jóvenes en Euro Disney. No se dejen engañar, sólo buscan nuevos cerebros dispuestos a dejar este ruinoso país de perdedores y así financiar, como los Alemanes, sus necesitadas Seguridades Sociales.

Vinieron los Americanos con su Míster Marshall . Hoy les toca a Alemanes y Franceses. Puede que mañana sean los Alauitas.

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