Quizás sea que servidor es un ser complicado que busca indefectiblemente tres pies al gato cada vez que en algo debe posicionarse, pero creo, y lo hago con franqueza, que poco o nada debería importar en el mundo del deporte el que alguien sea buena o mala persona a la hora de juzgar su trabajo. Los resultados, creo yo, y no la capacidad de empatía que éste provoque en quienes lo observan, son los que deberían juzgar el trabajo de cualquiera que quedara sometido a la opinión de sus aficionados.

La línea que separa el éxito del fracaso en el mundo del deporte no se encuentra en la capacidad que tiene cada cual para ser buena persona y transmitirlo a sus convecinos, sino en los resultados y las sensaciones que su trabajo traslada a los aficionados. Por tanto, y me perdonarán todos aquellos que dicen que los Valencianistas no sabemos lo que tenemos, déjenme discrepar con mi entrenador y entiendan que para un servidor se puede ganar o perder sin mayor problema, pero que lo importante es el cómo se hace.

Y señores, yo estoy cansado de ver cómo se arrastra el escudo del Valencia por los terrenos de juego. Y eso lo ha conseguido el que escribiera un libro titulado ‘mentalidad ganadora’. La misma que hace que mi equipo no tenga un once que sepamos de memoria. La misma que hace que mi equipo varíe su sistema de juego en función del contrario. De cualquier contrario. La misma que prohíbe al señor entrenador hacer auto-crítica. La misma que avala, al parecer, la defensa a ultranza de algunos jugadores que desde hace meses, y años, no deberían haber vuelto a vestir la camiseta del Valencia C. F..

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