ElMosquitero

Los que leen este blog desde hace tiempo saben lo que pienso de los que amenazan con dejar de leerte por escribir lo que has decidido plasmar en tu blog. De aquellos que creen que solo deben leer una parte de la realidad porque la otra les molesta y provoca nauseas. De los que se creen que teniendo más seguidores conseguirán ser más importantes. De los que se enfadan cuando dejar de leerlos por el feed o de followear en Twitter.

Hoy Nacho ha escrito un post en este mismo sentido.

Hace poco le leí una entrada sorprendiéndose sobre este mismo asunto y la importancia que le daban algunos a sus seguidores. Hace muchísimo más tiempo recuerdo haber escrito alguna entrada sobre este mismo asunto. Y aún más, recuerdo otros tantos artículos versando sobre esto mismo en decenas de blogs diferentes.

Parece que aunque la gente se esfuerce en dejar escrito negro sobre blanco cuan poco importante debe ser lo que los demás piensen de ti para escribir en tu blog, la triste realidad se empeñe en demostrarnos que lejos de que estos esfuerzos surtan su efecto, lo contrario, los enfados, los insultos, los desprecios, se mantiengan vivos en la blogosfera alimentando los egos de muchos que creen que sus followers son de su propiedad y que si decides desligarte de ellos, éstos, están en su derecho de insultarte, amenazarte o despreciarte según sea el caso.

No se si es que la blogosfera y la twittersfera se llena de más necios conforme ésta crece.

Si es que personas normales, de esas con las que se puede discrepar sin que se llegue al insulto, hay más bien pocas. Si es que resulta que somos la excepción. Si acaba siendo verdad eso de que el mundo está lleno de simples con delirios de grandeza. Si finalmente va a resultar que lo que tantas veces escuché de boca de quienes se metían con los bloguers va a ser cierto y resulta que éstos, los simples y necios, han echo de la blogosfera su centro de reunión.

Me parece ridículo coleccionar followers. Me parece patético acumular comentarios banales. Me parece insultante sentirme cohibido a la hora de desligarme de alguien tan solo por miedo a su miserable e infantil reacción posterior.

Créanme, yo no sufro por estas cosas, pero veo a gente que sí. Veo gente que de pronto se ve sometida a una presión increíble por causas tan absurdas como ésta. Veo adultos que se convierten en niñatos.

Me sorprendo escribiendo sobre esto de nuevo. Y lo peor, se que no será la última vez que lo haga.