En un país en que al mirar arriba no viéramos más que aire y soledad. Donde al intentar ver quien estaba a los mandos de la nave, comprobáramos despavoridos que quien ostentara ese cargo nos contemplara con burlesca mirada. Si acertáramos a vislumbrar el oscuro y tenebroso viaje que nos aguardara tras la bruma matinal de un Septiembre cualquiera...

Entonces, queridos amigos, seguro que nuestra fortaleza y nuestras efervescentes ganas de sobrevivir a un Otoño más, quedarían dilapidadas desde la raíz hasta la más alta de las almenaras de nuestras fortalezas, arrasadas por una ola de indecible destrucción ideológica que abocaría a la mitad de la ciudadanía a un páramo desierto en que sus papeletas no encontraran urna donde ser depositadas...

Observar el mundo dospuntocerista que nos rodea. Embriagarnos con el monótono pitido de un Twitter encendido en llamas, mientras su hastag preferido de los últimos meses se escora irremediablemente un poco más cada día hacia la izquierda. Atinar a descubrir cómo las ratas abandonan el barco ideológico de un partido en clara carrera implosiva. Contemplar cómo las opiniones viran incontables grados, para situarse a la par de unas olas que se generaron desde una ciudadanía hoy ninguneada y que han sido tomadas por gurús sectarios que claman con la boca pequeña contra un gobierno que hasta hace dos días contaba con todo su beneplácito...

Ver todo esto y mantener la calma es más de lo que cualquier ciudadano con posibilidades de permanecer por estos lares es capaz de soportar sin sucumbir a su griterío y fanatismo. Leer y escuchar simplificaciones de los echos, resúmenes sesgados de lo que sucede alrededor y pareados golosos dirigidos exclusivamente al ataque sin razón ni fin, es más, mucho más de lo que cualquiera pudiera soportar.

Y lo malo es que no hay posibilidad de cerrar esta ventana huracanada, puesto que para dejar de escuchar el insistente pitido que nos recuerda la tormenta que nos rodea, sería necesario cesar en su escucha y por ende, aislarse en una burbuja unopuntocerista que nos mantuviera en una asincrónica y nada recomendable ignorancia opinativa.

La información instantánea ha tomado el mando de la actualidad de manos de nosotros mismos, que no nos hemos convertido más que en simples altavoces de unos órganos de poder, que en plena orgía despótica y como si del mismísimo diablo se tratara, nos hacen creer que no existen para salvaguardarse así de cualquier ataque con que les pudiéramos amenazar.

La ciudadanía ha tomado los medios de manos de twitter, y con ello, el anarquismo y la visceralidad han llenado la actualidad de cadavéricos titulares con los que los medios tradicionales intentan seducir a una ciudadanía, en plena toma de una ficticia Bastilla, en la que toda la herrumbre democrática que hoy lucha por sobrevivir en este país sea borrada del mapa, sin discriminar bueno de malo, útil de inútil, sesgado de sosegado.

En días como hoy el anacronismo de rezar se convierte en virtud porque si esto sucede en Septiembre, qué no nos deparará el próximo Noviembre...

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