Una cosa es que la tecnología se ponga al servicio de la enseñanza, y otra muy distinta es que esa misma tecnología pase por encima de la enseñanza.

Recordemos que enseñar es aprender a discernir, a comprender, a desenvolverse en un mar de dudas para llegar a una posible solución de un problema.

Enseñar en ningún caso es un juego, ni una utopía, ni algo abstracto sobre lo que se puedan construir ficciones futuristas. Recordemos que a las clases se va a aprender, no a jugar con cacharritos.

¿Que no saben a cuenta de qué va todo esto? Pues lean, lean este artículo de Antonio Sanjuán sobre las aulas y las nuevas tecnologías. De momento aquí les dejo un extracto para que vayan haciendo boca…

Veamos ¿quién escribió La Eneida? y el 33 por ciento de los alumnos presentes se inclinan por la opción A: Platón; el 26% votan la opción B: Proust; el 2% eligen la C: Engels y el 39% la D: Virgilio. El 61 por ciento se ha ahorrado el bochorno, todos han contestado porque es díver apretar un botoncito, porque en vez de una clase parece que Carlos Sobera pregunta al público y, con suerte, el ordenador que registra los resultados no sabe quién, así que nadie es evaluado sino que lo importante es participar.

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