La banda terrorista acaba de anunciar un alto el fuego que nadie sabe a ciencia cierta si será temporal o definitivo. Eso sí, en base a este tipo de maniobras, que la banda terrorista acomete indefectiblemente de tiempo en tiempo, y considerando la importancia de que esta vez se de en un momento determinado de bajeza moral del Gobierno Socialista frente a su electorado más leal como lo son el funcionariado, los pensionistas y el mundo obrero en particular, no me extrañaría nada que tras esta decisión se encontrara la oculta verdad de otra negociación secreta de la banda terrorista con el Gobierno Socialista de la Nación.

Seguramente ahora mismo todo el mundo lo niegue, y hasta incluso por decir lo que acabo de decir se me llamen cosas que no vienen a cuento, pero a servidor de ustedes no se le escapa lo que esta tregua puede significar para un gobierno en decadencia que se presenta, con la espada de Damocles alzada sobre su cuello, a unas elecciones autonómicas en las que se juega más de lo que se atreven a confesar sus dirigentes.

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Por ello creo que debo dejar claras unas cuantas cosas antes de que a nuestros políticos se les ocurra acometer algún tipo de negociación o acercamiento con ellos.

En mi nombre no acepto ninguna negociación.

En mi nombre no acepto ninguna suelta de presos. Ningún acercamiento de éstos a las cárceles de la Comunidad Autónoma Vasca. Ninguna dieta para un alto cargo del Estado que vaya a sentarse frente a ellos para saber qué es lo que ocurre.

En mi nombre quiero devastación entre las filas terroristas.

En mi nombre quiero desolación entre los que les apoyan. En mi nombre quiero que el imperio de la ley caiga con toda su crudeza sobre su tejido ciudadano. En mi nombre quiero que ETA desaparezca de la faz de la tierra sin que quede piedra sobre piedra de aquello que algún día soñaron en construir estos desalmados.

En mi nombre no hay negociación, pero tampoco perdón.

No hay ni una pizca de comprensión ni para lo que apretaron los gatillos o prepararon las bombas, ni para quienes con sus silencios les ampararon. No habrá perdón ni si quiera para quienes, amparándose en la falacia de los poderes otorgados en las últimas elecciones, se crean con el derecho de perdonar a quienes no perdono.

En mi nombre no hay piedad que valga.

2 Comentarios:

    Yo también creo que aquí hay gato encerrado, pero lo que está claro es que no saldrá de su jaula tan fácilmente.
    un abrazo

    Ya te digo que lo negarán y hasta perjurarán para hacernos creer que es fortuito, pero yo no me lo trago...

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