Lo digo más que nada porque las entradas que escribí durante la semana a cuenta de la huelga de los controladores y la posterior declaración de Estado de Alarma, siguen no sólo convirtiéndose en estrellas de las estadísticas de éste blog, sino que además continúan provocando más de un comentario que les hace referencia y alguna que otra ilusión poética llevada al extremo expresada con la ilusa idea de sintetizar en cuatro líneas lo que ni los medios ni los periodistas, ni los políticos ni los huelguistas, han sido capaces de simplificar en cientos y cientos de columnas, editoriales, tribunas y entrevistas.

Volvemos a las andadas y nos creemos que legitimar un recorte de derechos laborales, por excesivos que estos sean, es justo siempre y cuando quienes lo sufran son unos tipos que visten de punta en blanco y cuyo único delito ha sido el de cobrar lo que nosotros no llegaremos a cobrar nunca. Es curioso que sea la propia ciudadanía enfervorecida y babeante de bilis y envidia, que no los empresarios con Díaz Ferrán a la cabeza, quien se esté erigiendo en este país como el mayor linchador de derechos sociales que habita sobre esta basta tierra.

No me quiero imaginar señores cual será la cara de ese mismo pueblo cuando, amparándose en la jurisprudencia que este Estado de Alarma ha provocado, otro gobierno, más conservador o sin serlo, decida establecerlo en cuanto a algún pobre diablo le de por poner una barricada a la entrada de Madrid para defender su sueldo de mileurista y el susodicho lo militarice mediante un decretazo al estilo Socialista y lo ponga firmes en medio de la Castellana, en actitud respetuosa al paso de los mandos militares y con la cabeza gacha aceptando resignado la misma suerte a la que condenó, hace no muchos años, a aquellos hijos de puta que le impidieron viajar a Disney Land Paris en aquel fatídico puente de la Constitución del 2010.

Si, recortar derechos es justo y hasta entretenido cuando éstos no son los tuyos, pero como dice un dicho popular “…cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar…”

Ya hablaremos todos cuando digan de movilizarse por la subida de la edad de jubilación y en el despacho presidencial esté el presidente de turno con la pluma vacilante sobre un decreto ley que ya sólo es una fotocopia del aprobado hace unos días, a la espera de que uno de ustedes, pobres diablos enrabietados y cegados por la envidia, se decida a tirar una sola piedra a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, por creerse protegido por la muchedumbre y el frenesí caótico que caracteriza cualquier manifestación que se precie. Ya hablaremos entonces ya…

2 Comentarios:

    Es penosa la situación a la que se llegó, es lamentable el daño causado y es difícil perdonar lo que han hecho esos controladores.

    Pero es más incomprensible ver a tanto defensor de Derechos y Trabajadores machacar en cada línea a un colectivo.

    Tiene un derecho como cualquiera de nosotros y un fiscal te podrá citar a lo que él quiera, pero declarar lo que se dice declarar, tienen derecho a hacerlo ante el juez y su abogado, pero como la gente ni papas con tomate sobre jurisprudencia, resulta que los controladores y sus abogados son engreídos y habría que fusilarlos.

    Espero que no apliquen la Pena de Muerte en el Código Militar sería posible acudir a algún fusilamiento de un controlador, o lo que sería mejor para calmar a las masas, se los entregamos con nocturnidad y alevosía para que los linchen uno a uno.

    Un abrazo y me alegro encontrar a alguien que sin aplaudir lo que hicieron los controladores se de cuenta que detrás de toda esta historia hay algo muy gordo escondido a la luz pública y como salga a relucir acaba reventando este país.

    @Senovilla bueno, llevo toda la semana dale que te pego con el tema y cada día me parece más patética la situación a la que estamos llegando. Demasiado linchamiento tele-dirigido hacia un colectivo consentido por la ciudadanía...

    Su podría hacer patente aquello de:

    Cuando los nazis vinieron por los comunistas me quedé callado; yo no era comunista.

    Cuando encerraron a los socialdemócratas permanecí en silencio; yo no era socialdemócrata.

    Cuando llegaron por los sindicalistas no dije nada; yo no era sindicalista.

    Cuando vinieron por los judíos no pronuncié palabra; yo no era judío.

    Cuando vinieron por mí no quedaba nadie para decir algo.

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