Es curioso que la ciudadanía caiga siempre en la trampa de creerse a pies juntillas lo que algunos iluminados dicen cuando, para poner negro sobre blanco lo que ellos creen que es bueno o malo, califican todo aquello que les es contrario adjetivándolo o integrándolo en un colectivo del que nunca antes se supo hasta ellos lo bautizaron.

Con la crisis llegaron los neocón. Junto a ellos estaban los listillos del ladrillo. Sí esos que se compraban pisos para revenderlos al instante por tres o cuatro millones más. Los mismos que hoy lloran porque están en la calle. Esos que se creyeron los reyes del mambo cuando comenzaron a especular con los préstamos hipotecarios a precios de saldo que les daban los bancos. Los mismos que hoy los demonizan porque los culpan de todo. Esos que a la pregunta que rezaba “cómo iban a pagar una hipoteca de cincuenta millones”, respondían airados con un “el banco nos lo da”. Los mismos que ahora acusan a los mercados de la crisis. Esos que contribuyeron junto con las inmobiliarias a la creación de la burbuja. Los mismos que creyeron que sus pisos seguirían aumentando siempre de valor. Esos que hoy se empeñan en denominarse obreros. Los que ayer se creían jeques del petróleo hecho ladrillo. Los mileuristas.

Después llegaron los mercados. Mientras los mercados facilitaron la devaluación de la moneda la cosa estuvo bien. Cuando éstos decidieron que era hora de recoger ganancias, los mercados, que hasta ese momento eran llamados “inversores”, pasaron a llamarse “especuladores”. Fue curioso el cambio de perspectiva con respecto a los que siempre tuvieron la sartén por el mango, pero más curioso fue el ir y venir de nuestros políticos, una parte de ellos especialmente, cuando según como les venían dadas los llamaban de una u otra forma.

El perverso mercado tenía siempre la misma y natural predisposición a ganar dinero. Y por ello, cuando les incomodaba la presencia de éstos se los llamaba mercados de la especulación y cuando éstos actuaban en la dirección que a ellos les convenía pasaban a ser mercados de inversores. Olvidaban que ellos siempre estaban en el mismo punto y que éramos nosotros, los ciudadanos de a pie, los que nos veíamos sometidos a los vaivenes de las fluctuaciones de la economía. No eran ellos los culpables, sino los que nosotros nombramos para administrar nuestros dineros. Pero eso tampoco lo veíamos. Así de necios éramos.

Y con ello llegaron los bancos y sus grifos cerrados. Abusones, insolidarios, mordazas de la economía que negaban la subsistencia de pymes y autónomos. Primero los criticamos por dar el dinero a la ligera y cuando nos hicieron caso los demonizamos por no dárselo más que a quienes teniendo dos mil pedían cincuenta. Y ellos nos miraron atónitos al tiempo que sanearon sus cuentan con fondos de papá estado.

La primera vez el mal tenía un nombre; neocóns. Fueron los causantes de las crisis y las hipotecas subprime. Después llegaron los mercados y sus peculiares cambios de chaquetas patrocinados por nuestros políticos de la izquierda. Unas veces inversores y otras especuladores, siempre tuvieron en mente ganar dinero. Y tras ellos los bancos y su no saber cómo contentar a la ciudadanía. Si dan dinero malo porque lo dan demasiado fácil. Si no lo dan peor porque se convierten en culpables de la quiebra de empresas.

Y ahora ha llegado un nuevo frente de batalla que muchos ya se han apresurado a bautizar. Se los llama Lobby Nuclear y con el desastre de Fukushima ya se han ganado a un poderoso enemigo, el lobby de quienes buscan siempre en los demás a los culpables de la mala gestión propias.

Ese lobby tiene multitud de caras. La mayoría son simples que un día se sacaron la carrera de periodistas y se pusieron a comer de plato del perro de quienes ostentaban el poder en ese momento. Y en ello les cogieron cariño y decidieron hacer propias las prebendas del político de turno para atacar a los que sin ser sus enemigos defendían las contrarias. Esos que hoy se dicen periodistas y que no son más que voceros de un partido muerto en vida.

Lobbies. Hay tantos en este mundo. Pero ninguno tan venenoso como el que nunca se cansa de bautizar a los nuevos enemigos contra los que la ciudadanía imbecilizada debe hacer frente a capricho suyo; el de los sectarios de cualquier opción política.

3 Comentarios:

    Estás atravesando la etapa "solo texto". ;-)

    Yo ando por la etapa "Un vídeo y poco mas". ;-)

    @Logiojajaja parece que si jejeje

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