Hace mal el gobierno en recurrir al patriotismo de pandereta con lo de Gibraltar. Y peor lo hacen quienes desde los medios de comunicación, La Razón exactamente, exageran situaciones llevándolas al extremo con la escenificación de una realidad falsificada que desemboca en una tensión innecesaria. En su tiempo fue esa una técnica más que loable para conseguir la unión de los ciudadanos alrededor de una bandera. Hoy, por contra, al menos para mi, es un claro síntoma de ignorancia congénita social.

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Guerra es una palabra muy dura para describir lo que no es más que una disputa por un trozo de agua que sí, en realidad es nuestra y la hay que defender, pero que queda diluida en el mar de lo que a efectos prácticos son, o deberían ser, las aguas jurisdiccionales de la Unión Europea. Y ya se que no existe ese término jurídico pero debería…y me lo deberán reconocer tarde o temprano.

Yo soy Europeo. Ahora incluso lo soy más que Español. Es algo que los años me han inculcado y que creo derivará en simple ciudadano del mundo. Mi universo se ensancha con los años y cada vez veo más lejanas y aldeanas las fronteras que más estrechan mis miras. Mis catetismos desaparecen con cada soplo de velas en diecisiete de Mayo. Y las ataduras políticas que antaño me devoraron la piel de las muñecas perecen bajo el yugo de la mente abierta que sólo la vida es capaz de generar.

Pero una vez dicho esto me gustaría que los políticos me dijeran si esa transformación que sufro por etapas es buena o mala. Lo digo, más que nada, porque para mi es imposible sostener a la vez una visión europeísta de unidad y cooperación entre países, al tiempo que mantengo vivas fronteras que solemnizan la diferencia entre ciudadanos. Y también, se que parece que me contradigo con lo que dije del espacio Schengen en este punto, pero créanme, sólo lo parece.

Si nos tenemos que unir hagámoslo de una vez. Si no, dejen de tocarnos las pelotas.

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