Que actos tan cotidianos como lavarse las manos acaben salvando cien vidas al año en España, es un dato curioso que cuanto menos debería hacernos a todos replantearnos hasta qué punto, un acto que pueda carecer de la importancia debida es, al fin y al cabo, decisivo para la consecución de objetivos mayores.

Extrapolando esta noticia a cualquier ámbito social en el que nos veamos implicados cada uno de nosotros, y concediendo a nuestros actos el valor real que la misma noticia les infiere en un volumen global, todos acabaríamos aceptando que cualquier decisión, por pequeña o insignificante que esta sea, se convierte en un paso decisivo hacia la consecución de una meta mayor.

mujer islámicaEl mismo hecho de que en Arabia Saudí ya haya mujeres que protesten, aún bajo el yugo de sus cárceles vestimentarias, por el futuro que la sociedad que las rodea les prepara, es una prueba más que notable que valida el dicho de que no hay gesto pequeño, sino mentes minúsculas que los contemplan.

Tal vez estas mujeres árabes que reniegan de una visión medievalista de la religión que abrazan sean la punta de lanza, que como en su época, representaron las primeras ciudadanas europeas que lucharon y protagonizaron los debates políticos y ciudadanos que nos acabaron legando las democracias que hoy disfrutamos. Son la cuña que acabará partiendo la losa de granito que representa una civilización encerrada en sí misma y sometida a los designios de un libro que permite demasiadas interpretaciones interesadas de sus palabras.

Supongo que lavarse las manos salva vidas. Tal vez las protestas de aquellas mujeres hagan mucho más; salven a una civilización entera.

2 Comentarios:

    No queda claro de que modo pueden salvarse cien vidas al año en España con solo lavarse las manos. Aunque si el tema central es la resolución de problemas humanos basados en la globalización, no tiene mayor importancia.

    Hombre esta claro el cómo, la higiene es una de las causas mayores por las que los seres humanos viven más. Por tanto el sencillo acto de lavarse las manos es, de por sí, ya motivo suficiente para poder sostener dicha afirmación.

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