Los recortes de plantillas iniciados por los periódicos de El Mundo y El País, sumados al cese de la edición de papel de Público, deberían tener como consecuencia el final de una ensoñación fantasiosa de la que adolecen miles de periodistas en este país, y en el mundo en general, que sitúa sus ideologías por encima del puro y rancio negocio de la información.

Si atendemos a la forma de los despidos, las indemnizaciones y el sometimiento de los ERES a las nuevas leyes que hasta ayer criticaban con repugnante vehemencia, tendremos como foto fija de la actualidad periodística de este país, a un periodista profundamente ideologizado, que se cree trabajador de un medio coherente con lo que dibuja en sus páginas, que más pronto que tarde sufrirá una puñalada trapera en el justo momento en que su trabajo deje de ofrecer réditos al dueño del medio en cuestión.

Periodistas que dejaron de serlo para convertirse en simples peleles dirigidos y manoseados por millonarios, que se escudan en ideologías en las que no creen para seguir aumentando sus fortunas, y que sin darse cuenta participan del lavado de cerebros estandarizado que se efectúa desde las páginas de opinión con los que fidelizar una audiencia de la que, en el mejor de los casos, lo único que se desea es la calderilla que baila en el fondo de sus bolsillos.

Despertad periodistas. No escribáis lo que creéis que es digno de vuestro periódico, sino lo que es digno de vuestra inteligencia. Dejad de mirar de reojo a vuestro alrededor y atended a la realidad que se vive. No escribáis desde las vísceras de quienes tan solo os utilizan para ganar dinero. Atinad con  vuestros escritos en la diana de la verdad sincera. Alejaos de quienes os dicten panfletadas que minimicen realidades o noticias que no les convienen y convertíos de una vez por todas en lo que siempre quisisteis ser; periodistas de la realidad.

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