Da vértigo observar la actualidad político-judicial de nuestro país y comprobar hasta qué punto tanto políticos como jueces juegan una partida de ajedrez en la que los ciudadanos hace ya tiempo que dejamos de ser necesarios. Se podría decir, sin riego a equivocarnos, que en dicha partida los peones, nosotros los ciudadanos, dejamos ya de existir al quedar sólo en pie las piezas totémicas que siempre suelen estar en la segunda fila al comienzo de la partida.

Es como si en treinta años de democracia, el juego partidista hubiese exigido el despiece de los peones llevando así a los jugadores a sacrificar sus lazos con el pueblo a cambio de una permanencia en el poder que no implicaba necesariamente estar gobernando el país, sino más bien el mantenerse en aquella órbita que les proporcionaba al menos una cercanía física a los lugares en donde se manejaban los dineros de todos.

Si observamos los movimientos geopolíticos de los últimos tiempos, analizamos los discursos y discriminamos los hechos consumados, observaremos sorprendidos que hace ya mucho tiempo que la baza de la ciudadanía fue ya dilapidada por éstos y en su lugar comienzan a caer piezas del ajedrez que antaño fueron fortalezas andantes de la democracia. Véase el caso Garzón y su paso al ostracismo judicial o el actual caso del descrédito del Tribunal Constitucional y su empecinada obsesión en re-juzgar lo que el Tribunal Superior dicta.

La desfachatez de quienes hoy mueven los hilos político-judiciales en este país provoca que el decoro en el ataque a los jueces, su ninguneo o posterior alago según sea su sentencia, e incluso la vergüenza ajena que muchos sentimos al ver cómo los políticos presionan a la espera de sentencias sosteniendo desvergonzadamente que no se presiona sino que simplemente se opina, hace que el pasmo de la ciudadanía sea patente y se vea obligada a vivir en una catatonía permanente que invita a la indiferencia.

Las sentencias se acatan sin mas. No hay nada que decir a la resolución del TC. Más no dejo de sorprenderme cuando veo cómo esos que hace unos meses decían que ese mismo tribunal era históricamente Franquista y deseaban su disolución, han pasado de golpe y porrazo de gritar a los cuatro vientos las bondades de tan insigne tribunal.

Y todo ello con los ciudadanos pasmados y catatónicos ante la ingeniería político-judicial que permite que cosas ilegales se tornen legales, mientras comprueban encendidos en llamas que esos mismos recovecos, ante una multa de tráfico, carecen de sentido puesto que sabe de antemano que a la firma del insigne agente su culpabilidad está fuera de toda duda razonable…y sin siquiera permitírsenos recusarlo para anular la infracción.

Acatamos dicen…eso ya lo llevamos haciendo mucho tiempo señores. No me sean tan fantasmas.

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