Sentado sobre la cama observaba impaciente como su interlocutor, su pareja se podría decir, se iba desabrochando la camisa lentamente. Miró a su regazo y se dio cuenta de que nada ya tapaba su desnudez, por lo que volvió a alzar sus ojos hacia su amante y continuó observando el proceder de éste.

En realidad no sabía qué parte de su cuerpo era la que le atraía sexualmente. Tal vez esa delgadez que lo caracterizaba. Recordaba cuando lo conoció por primera vez, con aquel traje pasado de moda que parecía que hubiese sido heredado de su abuelo. Curiosamente ese abuelo que tan famoso era hoy en día. Tal vez la mirada. Aquella mirada bonachona que era acompañada siempre con una sutil sonrisa que embaucaba a todos los que se cruzaban con ella. Tal vez la perseverancia del destino, que hacía que de unos años a esta parte se viesen casi todos los días de la semana. O tal vez no, tal vez fuese el deber. Pero no, eso no se podía limitar tan solo al deber. Tenía que haber algo más, un motivo bohemio por el que estuviera dispuesto a realizar semejante acción.

Algo lo apartó de sus pensamientos y volvió de nuevo la mirada hacia el hombre que tenía en frente. Aquella supuesta delgadez comenzaba a no ser tal. Una vez la camisa estuvo tirada en el suelo pudo comprobar la textura de su piel. Unos pectorales fuertes, unos abdominales descomunales, unos bíceps definidos a la perfección…No era un musculitos, pero a primera vista no parecía que en aquel cuerpo, ahora ya semidesnudo que había frente a él, hubiese lugar alguno para las redondeces características de su edad. Tal vez era que le había cogido celos a aquel amigo que antaño le precedió en el cargo y cuya relación acabó tan mal. Sí, esta súbita querencia al deporte podría deberse a aquel dolor de amor no correspondido.

Su amante alzó la mirada hacia él mientras comenzaba a desabrocharse los pantalones. Apartó la mirada. Lo deseaba de verdad, pero se le hacía tan violento, tan antinatural. Parecía que disfrutaba con su frustración. Aún en aquel momento, justo antes de consumar el acto que le habían dicho que era necesario para el bienestar de todos, no alcanzaba a comprender el porqué de que fuese éste y no otro el método a seguir. Había mil formas de llegar a un consenso, así que esta estratagema solo podía formar parte de un plan superior con el que asegurarse de que deseaba el acuerdo tanto como pretendía hacer creer en sus discursos.

Al momento sus labios le rozaron la frente. Cerró los ojos, casi era mejor no ver lo que se le aproximaba a media altura y eso lo tranquilizó, así tan solo sería un recuerdo. Se le cortó la respiración cuando sintió cómo su amante inspiraba aire para dedicarle la primera frase de la velada…

-Mariano…¿en serio que quieres llegar a un acuerdo?

-Claro Jose Luis, lo que sea para el bien de España…

Y la luz de la habitación se apagó…

FIN

He rescatado esta historia ya publicada hace unas semanas, porque creo que hoy nuestros dos políticos protagonistas han escenificado a la perfección lo que en ella se cuenta. Tal vez Jose Luis desee de verdad ver de esa guisa a Mariano en la penumbra. Y tal vez nuestro Mariano rehúya día a día el verse en tan incómoda posición.

Eso sí, lo que nadie nos quita a los que ya no tenemos empleo al que agarrarnos es que de momento somos nosotros, y nadie más, los que estamos con el culo en pompa mirando pa Cuenca a la espera de la estocada final.

Y lo nuestro sí que no es ficción señores…lo nuestro no es ficción.

2 Comentarios:

    Jejeje, estuvo bueno. Que todos nuestros políticos son terribles. Acá se dice que el nuestro es homosexual, pero a quien le importa, es un maldito miserable.

    Hombre yo contra los homosexuales no tengo nada. Si hubiese habido una mujer entre los dos hubiese sido mejor, pero al ser dos hombres no me quedó otra que verlo desde esta perspectiva jejejeje

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