El presidente dijo el otro día que nos enfrentamos a un comienzo de año convulso y lleno de sobresaltos. El presidente se ha convertido en el patoso de la clase tan solo unos años después de envalentonarse con aquello de que nuestra economía remontaba puestos en el ranking mundial.

Al presidente le duró esa alegría menos que una piruleta a la puerta de un colegio. Los mercados, como dice Arsenio, se liaron a patadas con las economías temblorosas de las que formamos parte y nos arruinaron la vida a todos sus ciudadanos.

Puede que el presidente sí hubiese podido hacer algunas reformas que nos hubieren aliviado en suma medida los padecimientos de los que hoy somos víctimas, pero tampoco es menos cierto que esas medidas que hoy le reprochamos que no tomara, se hubieren tornado en su tumba política por la sencilla razón de que tomadas cuando la mayoría de la ciudadanía aún no había sufrido el paro, no hubiesen llegado a ser comprendidas por ninguno de nosotros. El pobre estaba condenado a fenecer en esta legislatura desde el mismo momento en que salió reelegido para ello.

Aunque digamos que la culpa de todo lo que pasa la tiene nuestro presidente, no se nos puede olvidar nunca que quien está por encima de él, la economía mundial, es quien de verdad tumba puestos de trabajo a diario no sólo aquí, sino también por ahí fuera.

Es verdad que el gobierno debería haber tomado medidas hace ya tres años para suavizar los efectos de la crisis. Y es verdad también que esas medidas en ningún caso hubiesen tenido a la ciudadanía como muñeco de trapo sobre el que lanzar todo tipo de medidas restrictivas. La realidad es que de haberse tomado medidas en su tiempo justo, los efectos de los decretazos sobre las economías familiares y en particular sobre el mercado laboral del que somos parte, hubiesen sido mínimos y casi imperceptibles.

No en vano, en Alemania, que están tan en crisis como nosotros, este año pasado han batido el record de trabajadores apuntados a su seguridad social (43’37 mill. de trabajadores).

Si en éste país se ha conseguido eso, no ha sido precisamente porque su gobierno se haya mantenido en sus trece a la hora de negar la crisis, sino más bien porque facilitaron que las empresas no despidieran a sus trabajadores con lo que consiguieron decenas de miles de ciudadanos que no quedaron desamparados y sin seguridad económica, lo que se tradujo después en un mantenimiento del consumo que permitió que las empresas contuvieran las pérdidas y mantuvieran la carga de trabajo que necesitaban para mantener a su vez los puestos de trabajo que de otra forma les hubiesen sobrado.

Pero en España las cosas no son así. Y la razón por la que esto es así no es otra que la de que en España las cosas se hicieron mal al principio, cuando la crisis galopaba furiosa al encuentro de nuestra débil y championsliguera economía efervescente. De haberse tomado medidas similares a la Alemana, el golpe laboral que sufrimos hubiese sido menor.

Pero no sólo fue culpa de nuestro presidente que el tejido laboral de este país se fuera patas abajo.

También el tejido empresarial, acostumbrado a descapitalizar las empresas cuando vienen vacas flacas a base de ponerse jornales desorbitados o pasar por la empresa gastos que son particulares, fueron el caldo de cultivo sobre el que los despidos y las quiebras se convirtieron en dudas y debilidades económicas, que llevaron a los mercados a darnos la bofetada que en el pasado Mayo derivó en la tragada de sapo de nuestro presidente del gobierno en el atril del Palacio de Congresos frente a toda una ciudadanía estupefacta.

Por eso hay que comprender que está bien eso de ser críticos con el gobierno, pero hay que tener también en cuenta muchos otros factores además del que determina quien es el presidente, para conseguir dar con los verdaderos culpables de lo que en éste país sucede.

Aquí hay más culpables que un presidente o un gobierno. Y muchos más que una economía mundial o tiburones financieros. Aquí hay también empresarios listillos que se han amparado en la crisis para liquidar empresas, presidentes analfabetos que creyeron que con las dos tardes de economía bastaba para ponerse al frente de un país, especuladores que ven números en lugar de ciudadanos trabajando en empresas y cientos y cientos de supuestos gurúes económicos mundiales, que pese a no haber visto venir la crisis, se atreven a darles clase a nuestros políticos sobre la manera más eficaz de combatirla.

Así que si quieren ser ecuánimes y creíbles de ahora en adelante para un servidor, olvídense de darle sólo al muñeco de trapo llamado presidente del gobierno y comiencen también a apuntar hacia otros lugares. Eso sí, no olviden nunca que de entre todos nosotros, el primero de los Españoles, el presi, será siempre el máximo responsable. Sin protegerlo y sin masacrarlo, simplemente dibujando la realidad que hay tras el cristal de sus ventanas. Buscando siempre a los verdaderos culpables y no sólo a los que nos convenga que lo sean.

2 Comentarios:

    De Rubalcaba, de Peñiño, de Pajín, la verdad es que hay muchos culpables, pero el mayor de todos ha sido ZP que se comporta como un Talibán con los que no pasan por su rueda.

    Saludos.

    @Senovilla y también los empresarios, las economías, los propios trabajadores en algunos casos...Hay muchos culpables y nos hace un flaco favor eso de simplificar tanto las cosas.

    No hay que caer en esa trampa amigo mio...

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