Puede que la blogosfera hubiese tenido siempre como estación final de su recorrido su total profesionalización. Puede que al final nosotros, los bloguers, no nos diferenciemos tanto de los empresarios como siempre creí. Puede que la llamada asirenada de Don Dinero sea tan grande y atractiva, que el resistirse a ella no sea un síntoma de virtud, sino más bien de ineficacia. Puede, sin más, que la blogosfera siempre hubiere estado destinada a convertirse en un inmenso spot publicitario en el que cada cual de nosotros se desgallitara, día y noche, intentando atraer hacia sí la escasa y casi imperceptible atención de unos pocos cibernautas que en el ámbito económico se denominarían clientes potenciales.

Puede que lo que siempre nos negamos a ver, que éramos un simple producto de una gran empresa, se nos presente nítidamente ahora desde la lejanía que dan los años de experiencia blogueril, con la constatación de que aquello que siempre me dijo un buen amigo era verdad; “que éramos parte del producto que vendían las plataformas de blogs y redes sociales”. Por eso era una idiotez negarse a ver el negocio, ya que nosotros mismos éramos el producto a vender.

Sí, al final, la máxima que Jasón recitó el otro día es una verdad incontestable; “Si no estás pagando por algo, no eres el cliente, eres el producto que se vende”.

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